Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

sábado, 5 de noviembre de 2011

La muerte de la muerte




Muy pocas son las personas que han reparado, lúcidamente, acerca de la muerte de la muerte, sin embargo, esa es una realidad virtualmente tangible en Cristo nuestro señor, pues Él resucitó de entre los muertos y vive para siempre. Si vamos a vivir para siempre en Cristo nuestro señor, los problemas de esta vida pasan a un segundo plano para priorizar nuestra relación con el que vive para siempre y asegurarnos, de esta manera, que nosotros también viviremos eternamente en su gracia y gloria. No vamos a morir eternamente, debemos creer en ello porque es Dios quien nos lo dice; los hombres somos meros repetidores de su Palabra. Dice Jesús en Juan 11:26: “…….Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?.......”
Sin lugar a dudas, la muerte es el problema más grande de la humanidad y si no tuviéramos cómo evitarla; la vida de todos los hombres, en la historia de la humanidad, tuvo que haber sido desgraciada, lo sería y lo seguiría siendo hasta el fin del mundo. Pero la gracia de Dios se ha extendido a todos los hombres, para que todos los hombres puedan gozar de una vida eterna con Él. La gracia de Dios es un regalo, un presente, un cumplido, una dádiva, algo inmerecido; no solamente es un regalo, presente, cumplido o dádiva; es el mejor regalo que podamos recibir en la historia de nuestra vida, el mejor presente, el mejor cumplido, la mejor dádiva que nadie pueda darnos jamás. Dice Pablito en Efesios 3:7: “…….del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder…….” Si la gracia de Dios es dada a nosotros por la operación de su poder, la única manera de rechazarla es utilizando el poder de satanás cuando le permitimos actuar, en nosotros, por encima del poder de Dios.
El principal obstáculo, al que el hombre se enfrenta, en esta realidad, es la de creer o no creer. Todos los argumentos para creer en la existencia de una vida eterna, están expuestos a todos los hombres desde la fundación del mundo y se han refinado hasta nuestros días, a tal punto, que ya no resulta lógico ni razonable el rechazarlos, ya que eso implica la condenación de nuestro espíritu, por la eternidad también.
El potencial de los seres humanos se manifiesta entre dos antípodas y, virtualmente, nadie puede ir ni más alto ni más bajo. Todos los seres, en la historia de la humanidad, se han circunscrito, se circunscriben y se circunscribirán entre estos dos antípodas y con ello determinarán el talante de su carácter, hasta el día de su muerte y si convenimos que todos resucitaremos, cuando lo hagamos, lo haremos como agraciados o desgraciados; no hay términos medios, no hay cosa tal como: medio agraciado o medio desgraciado. Para efectos de nuestro futuro eterno, estaremos en la gracia de Dios o no estaremos.
Desde mi punto de vista particular, los antípodas históricos del universo son: Jesucristo y Judas Iscariote; porque ellos representan, de manera fidedigna, los dos extremos a donde el hombre puede llegar para hacer el bien o para hacer el mal; porque no hay nada mejor que dar su vida por los demás y nada peor que entregar a la muerte al autor de la vida. Todas las acciones de la historia de los hombres pueden ser tipificadas entre estas dos vidas extremas de estos antípodas y no hay nada peor que tratar de mantenerse en el centro, porque ello nos descalifica delante de Dios. Las sentencias de Cristo son lapidarias y tienen un solo sentido que nunca debe ser tergiversado; dice Jesús en Lucas 11:23: “…….El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama…….” Todo el quiera argumentar contra las sentencias de Dios, revela su estado pecaminoso, por más que se esfuerce en disimularlo. O estamos con el amigo o con el enemigo. La meridiana claridad de las Escrituras no se deja esperar y el corazón recibe de Dios lo que la mente debe expresar para beneficio nuestro y el de todos; y, en este punto, no podemos dejar de ser ni fríos ni calientes, es decir: tibios; porque la condenación se cierne sobre nosotros, muy amenazadora, para que no nos equivoquemos de las intenciones de Dios para quienes lo quieren traicionar. Dice Apocalipsis 3:16 al respecto: “…….Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca…….” La verdad que considero que es muy fácil y conveniente optar por lo bueno que por lo malo; si esto es cierto: ¿Por qué el hombre tiene la tendencia de hacer lo malo por encima de lo bueno? Porque el hacer lo malo, por primera vez, es una licencia que Dios les da a todos los hombres, para que los hombres, al conocer lo malo, establezcan una diferencia entre el bien y el mal y opten, a partir de su primer pecado, si seguirán haciendo lo bueno o lo malo.
Casi todos podemos reconocer que, nuestro primer pecado, lo cometimos cuando estábamos en la pubertad. Cuando lo hicimos, rompimos la relación que teníamos con nuestro Dios desde nuestro nacimiento y nadie, a partir de ese momento, puede hacer absolutamente nada, por sí mismo, para reintegrarse al seno de Dios. Tiene que acogerse a la misericordia de Dios, sin la cual nadie puede regresar a Él. Él ha establecido que lo podemos y lo tenemos que hacer por medio de Cristo. Cuando no intentamos ser como Cristo, estamos intentando ser como Judas; de plano y de hecho, cuando cometimos nuestro primer pecado, nos hicimos como Judas, traicionamos a Jesús porque, estando en la santidad de nuestra niñez, optamos por hacer aquella primera cosa mala que nos destituyó de la gracia de Dios.
Los cristianos no vemos ninguna complicación en la toma de decisiones a favor de Dios y, quienes las ven, no tienen ninguna intención de dejar de hacer lo malo que hasta hoy hacen, y aunque eleven su discurso hasta la grandilocuencia, nunca podrán justificarse delante de Dios; aunque alguno, quizá, lo haga entre los hombres.
Reflexionemos, la muerte no puede sobreponerse a la vida para siempre; si así fuera, en vano murió Cristo por nosotros; todavía seguiría en su tumba y todos nosotros seríamos miserables por esperar nuestra resurrección y el diablo gobernaría todo y sería nuestro Dios.
Los quiero mucho.
Mi señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….