Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Crees que es normal la homosexualidad?



¿Crees que es normal la homosexualidad? La respuesta es, simplemente: No. Inclusive pienso que la pregunta es baladí; peor aún, creo que es una pregunta impertinente porque, cualquier persona, en su sano juicio, sabe que ese tipo de conducta, jamás puede ser considerada como normal porque, el miembro sexual masculino fue diseñado por Dios en correspondencia al diseño del miembro sexual femenino. Cualquier desnaturalización de sus respectivos usos, siempre será tipificada como contraria a la naturaleza y lo que es contrario a la naturaleza, no es normal; por lo tanto, quienes la practican, se oponen directamente a aquel que las diseñó, es decir: a Dios y quien se opone a Dios: peca. Pablo nos dice en Romanos 1:26-28: “…….Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen…….” La Iglesia de Cristo está constituida por quienes fuimos homosexuales, lesbianas, violadores, lascivos, pederastas, pedófilos, prostitutas, sodomitas; amén de los ladrones, mentirosos, borrachos, drogadictos y una retahíla de pecadores de la peor especie. Pero ojo, todos hemos sido perdonados de nuestros pecados, de manera que ya no somos lo que éramos. Hemos tenido la gracia de recibir el perdón de nuestros pecados, de recibir el Espíritu Santo de Dios y de constituirnos en sus hijos. Todo esto lo recibimos por la obra de nuestro señor Jesucristo, quien murió por nosotros en una cruz, para que nosotros no tuviéramos que morir en aquella misma cruz por causa de la suciedad de nuestros propios pecados; los cuales habían manchado los rincones más recónditos de nuestro ser. Bendito sea Dios y bendito sea su santo nombre. Díganme si esta gracia recibida no es motivo de profunda alegría, felicidad, contentamiento y regocijo. Todas estas cosas, las queremos también para los que todavía no se han arrepentido de sus pecados. Me refiero a los que todavía los practican diariamente.
Si Dios condena la homosexualidad, nosotros los cristianos, no podemos hacer menos. Por más argumentos que pudieran esgrimir quienes la practican. Podemos comprenderlos, pero no podemos justificarlos. No es posible que las puertas del cielo se abran para los que practican pecado, cualquiera que este sea. Pablito también lo dijo en Romanos 8:7-9 que dice: “…….Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él…….” Siento pena cuando pienso en los que no se quieren convertir al cristianismo y siento una mayor pena cuando pienso en los cristianos que siguen practicando pecados, como si no fueran cristianos. A estos, hemos de recordarles que no es posible burlarse de Dios y seguir como si nada hubiera pasado; tarde o temprano los alcanzará la justicia de Dios y la vergüenza y el juicio serán muy duros.
Hay muchísimas formas de confrontar este tipo de situación dentro de la Iglesia, hay que practicarlas. El mayor escollo para hacerlo, es la falta de madurez espiritual y el peor resultado de esta inmadurez es no tomar ninguna acción cuando vemos que un pecado se está practicando en nuestras narices y somos tan indulgentes que, algunas veces, parece que estuviéramos corriendo con el que roba. No podemos ser indiferentes ante la comisión de pecados dentro de la congregación porque ello puede inducir a la destrucción del rebaño. ¿Recuerdan la ocasión cuando hubo quien había tomado a la mujer de su padre y los hermanos no decían absolutamente nada? Lo dice 1 Corintios 5:1: “…….[ Un caso de inmoralidad juzgado ] De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre…….”
Muchas veces, lejos de no hacer nada, hay quienes prefieren retirarse de la congregación cuando ven que alguien o algunos practican conductas que no son santas. Qué más quiere el pecador que no se le diga nada. Cuando vemos a alguien que practica la homosexualidad o cualquier otro pecado; nuestro deber es redargüir a la tal persona o personas para regresarlos a Cristo. Si no tenemos la fuerza suficiente para hacerlo, por lo menos hay que aislar a la tal persona. Pablo lo dice en 1 Corintios 5:10-12: “…….no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?.......” Hay que recordar que no existe ningún argumento que pueda justificar la comisión de cualquier pecado. Todo pecado es execrable y debe ser redargüido de la mejor manera. La firmeza de nuestro redargüimiento debe ser más solemne con los hermanos de la congregación que con los que no son hermanos. Con los inconversos debemos tener  más solicitud y amor.
Recordemos que los hermanos ya han sido lavados y la comisión de cualquier pecado reviste una mayor gravedad; en cambio, los inconversos, tienen primero que entender el amor de Cristo para que puedan comprender la gravedad de su transgresión.
Reflexionemos, profundamente, la necesidad de erradicar el pecado dentro de la Iglesia; porque si tenemos la pretensión de traer más pecadores a los pies del Señor, somos nosotros los que nos avergonzaremos cuando nuestros invitados vean que se practica el pecado entre nosotros.
La homosexualidad no es normal ni dentro ni fuera de la Iglesia y su práctica nos hace pecadores, irremediablemente.
El Señor Dios, todopoderoso, bendiga su palabra en Uds. En el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo.