Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

martes, 19 de julio de 2011

Conducirnos con cordura.


En la Biblia encontramos la historia de la humanidad desde el primer hombre, constituido por Dios del polvo de la tierra, Adán; hasta el primer hombre, constituido por Dios de su Espíritu Santo, Jesús. Por Adán, el pecado entró en el mundo y con él la muerte. Por Jesús, entró la santidad y con él la vida eterna. Establecida esta dicotomía, deducimos que no existen medias tintas, es decir, no hay conceptos como medio muerto o medio vivo, como no hay medio bueno o medio malo. Lo que sí es patente, es la existencia de dos planos en los cuales nos movemos a voluntad, la carne y el espíritu y los dos se oponen, queriendo uno dominar al otro y nosotros somos los dirimentes, para que prevalezca quien nosotros queremos. No hay tampoco, delante de Dios, la justificación de haber sido unas veces bueno y otras veces malo, como los que quieren buscar el "equilibrio"; pensando que, con el tal "equilibrio" podrán justificarse delante de Dios. Ya Dios los ha sentenciado diciendo que, los vomitará de su boca. Hay quienes piensan que los asuntos de Dios debieran circunscribirse dentro cánones que puedan ser aprendidos y cumplidos; pero este tipo de constitución fracasó porque el pueblo escogido de Dios, Israel, no lo pudo cumplir durante más de mil quinientos años, con la Ley mosaica, y al único que sí la cumplió, Cristo, lo mataron los mismos judíos, por eso Dios los desechó hasta hoy. Esto no es óbice para que, en el nuevo pacto, existan puntualizaciones acerca de cómo debemos conducirnos frente a contingencias de carácter "coloquial".

En primera de Timoteo, capítulo 5 y en otros numerosísimos pasajes novotestamentarios, encontramos una serie de recomendaciones hechas por el Espíritu Santo, a través de los apóstoles, a cristianos y no cristianos, como este que traemos a colación. Hemos de aclarar que, la formación del cristiano, pasa por etapas que deben ser ejercitadas hasta llegar a la perfección. Evidentemente que, una vez ejercitados en la práctica del bien, los cristianos nos hacemos duchos en la resolución de problemas, conflictos y angustias. El mismísimo Espíritu Santo que actuó con quienes nos legaron todas las buenas palabras reflexivas, exortaciones y redargüimientos, es el mismo que actúa en nosotros para efectos de que, nosostros también, lleguemos a tener las soluciones adecuadas a los conflictos que se nos pudieran presentar. Los ejemplos que vemos, en Las Escrituras, no pueden ni deben ser aplicados a pie juntillas como si fueran dogmas, porque no lo son. Son ejemplos de cómo deben ser tratados los asuntos de carácter doméstico, cuando estos coinciden con los de nuestra congregación, enhorabuena, adelante; pero si existen circunstancias diferentes que, aparentemente, no nos permiten tomar una decisión consensuada, esa es la hora de sobreedificar, solamente hemos de cuidarnos que, la misma, sea de oro y no de paja. Si se nos dice que no reprendamos al anciano sino que lo exhortemos como a padres, eso no quiere decir que, de ninguna manera no lo podemos reprender, porque si este anciano, a quien hemos exhortado una y otra vez, persiste en su pecado; hay otras instancias bíblicas que nos impelen a reprenderlo públicamente y hasta expulsarlo de la Iglesia.


Hemos de estar muy atentos a los dictados de Dios puesto que Él se expresa por medio de los corazones de los hombres y, con mayor intensidad, con el de los cristianos, y esto sin desestimar ni desmerecer los dictados de las Escrituras; Él es quien nos hace recordar los pasajes escriturales adecuados para cada situación y no nos dejará desvalidos frente a ninguna situación, por más difícil que esta parezca. La condición, sine qua non, para que exista verdadera autoridad, en nuestra corrección a cualquier miembro de la Iglesia de Cristo, es la de ser obediente al Señor, en todo. No más o menos obedientes sino total y absolutamente obedientes en todo ".......y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta......." ¿Por qué creen Uds. que se retiraron todos los que le pidieron a Jesús su intervención, en el asunto de la mujer que había sido pillada en adulterio, cuando Cristo les dijo que tiren la primera piedra? Porque les exigió diciéndoles: ".......El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella......." Jesús, quien era el único que podía arrojársela, no lo hizo; porque vio el arrepentimiento de ella y por su infinito amor, la perdonó. No solamente le perdonó su pecado sino que le perdonó la vida; puesto que, de no haber intervenido Jesús, los escribas y fariseos la hubieran matado a pedradas, a pesar de su arrepentimiento y a pesar del pecado de los que "cumplían con la Ley". Nosotros también, si Cristo no hubiera existido, estuviéramos muertos bajo la Ley, por causa de nuestros pecados, aunque nos hubiéramos arrepentido de los mismos, con lágrimas y gran pesar.


Esta es la excelencia de la gracia de Dios, que debiendo estar muertos por nuestros pecados, vivimos porque Cristo murió por nosotros para que nosotros no muramos por nuestros pecados. Cómo no poder estar agradecidos hasta el infinito por este don inmerecido que hemos recibido. Cómo no cantarle loores a nuestro Dios, cómo no alabarle, cómo no prorrumpir exclamando sus virtudes a todo el mundo, cómo no vivir una vida santa. Hay que andar con piedad en esta vida y honrar a quien también anda así. Hay que saber recompensar a nuestros padres por todo lo bueno que nos han enseñado, porque vino de Dios a través de ellos y lo recibimos por ellos, los que lo recibimos. Hay que ser diligentes en súplicas y oraciones, de día y de noche. No debemos ni podemos entregarnos a los placeres porque nos morimos en pecado condenándonos y cuidamos que nuestros semejantes tampoco incurran en tamaña desobediencia que solo acarrea dolor y muerte. Debemos ser irreprensibles, sin doblez de corazón. Debemos proveer para los nuestros porque quien no lo hace, niega la fe y es peor que un incrédulo. Si en nuestra congregación hay quienes padecen por su pobreza, a pesar de su santidad e integridad, la Iglesia de Cristo se hace deudora de la tal persona y, al no atenderla, pecadora por omisión porque: ".......y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado......." Una de las cosas más efectivas para mantener el orden, entre las congregaciones de la Iglesia de Cristo, es hacer amonestaciones públicas a los majaderos, a los que siempre salen con necedades e insensateces. ".......A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman......."

Antes que seamos avergonzados por nuestros pecados, es menester el confesarlos delante de Dios y de los hombres, porque esta humillación es recompensada por Dios con el perdón y el renacimiento a una nueva vida, libre de pecado. Cuando hay quienes no quieren arrepentirse por sus pecados y estos se hacen evidentes ante Dios y los hombres, la vergüenza es indescriptible, el bochorno es horrendo y el tiempo asfixiante. Muchos, frente a esta contingencia, se retuercen como fieras heridas y despotrican contra todo y contra todos, siendo capaces de cometer terribles atrocidades y hasta mayores que durante la vida cometieron, como si quisieran prevalecer o queriendo que todo, absolutamente todo, se trastoque para que ellos, finalmente, salgan incólumes, limpios y fragantes; relucientes y orondos. No hay tal cosa nunca, aunque aparentemente pareciera. Otros, es posible que se arrepientan, pero no quieren transformarse y después que las cosas "se calman", vuelven a cometer las mismas cosas que los habían avergonzado, cumpliéndose con esto lo de: ".......Como perro que vuelve a su vómito, Así es el necio que repite su necedad......." y ".......Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno......." No esperemos ser avergonzados para recién proceder al arrepentimiento, como la adúltera prendida por los escribas y fariseos, no. Es mejor que reflexionemos ahora, en este mismo momento, acerca de nuestros pasos, de nuestros caminos, de nuestros gustos, de nuestras miradas, de nuestras palabras, de nuestras actitudes y de todo aquello que perjudique nuestra relación con Dios, y que nos arrepintamos de todos nuestros pecados, y que recibamos el perdón de nuestros pecados, y que andemos una vida santa hasta el día de nuestra muerte. Los quiero mucho.......