Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

sábado, 11 de junio de 2011

El día del Señor vendrá.



Pedrito, lo que quiso y lo que quiere, en 2 de Pedro 3, es despertar en nosotros nuestro entendimiento y para hacerlo nos exorta con muchísima solicitud, como quien sabe de nuestra necesidad de mantenernos en la perspectiva correcta de tener un limpio entendimiento de las cosas del Señor y nos advierte que en nuestro camino hay quienes no solamente pecan, sino que se burlan de quienes no andamos en sus tropelías; añadiendo con esto más fuego sobre sus cabezas, porque es fuego lo que vendrá sobre la Tierra en el día del Señor. Las cosas ya no están como antes en este mundo y aunque aun hay quienes persisten en burlarse de nosotros (lo han hecho durante siglos), no podemos pasar por alto que este mundo y el espacio estelar, están dando señales inequívocas de un profundo cambio estructural que compromete seriamente nuestra supervivencia sobre ella. Entonces, los que se burlaban y aun se burlan hoy, comienzan a tener un rostro de gravedad frente a las circunstancias adversas de verse envueltos por las consecuencias de los cambios que padecemos como mundo. Esto es bueno, pero sería mucho mejor si, junto con la preocupación que proviene de los cambios estructurales del mundo, se preocuparan también de la conmoción espiritual que padecen, en su fuero interno, por mantener una conducta reprochable delante de Dios y de los hombres. Precisamente, Dios hace esto a cuentagotas para que el hombre común torne su mirada hacia él y extienda su mano cogiendo la de El para salvarse.


En el tiempo antiguo, todos sabemos, el mundo se inundó de agua totalmente y solo se pudieron salvar ocho personas. Noé profetizó este acontecimiento durante ochenta años y nadie, excepto los ocho, se persuadió de este terrible acontecimiento sino hasta cuando estuvieron con el agua hasta el cuello. Ahora, el acontecimiento de la fundición del mundo, es algo que los cristianos venimos predicando desde hace más de dos mil años y la gente no se persuade como debiera, no; siguen cometiendo con avidez toda suerte de pecado y se burlan de quienes no andamos como ellos, pero no les durará mucho porque: ".......el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas......." La imaginación es privativa de todos los hombres y por tal razón le invito a ejercitarla para que tenga una perspectiva correcta acerca de lo que ese acontecimiento será, en un futuro no muy lejano. Quiero que agarre una caja de fósforos y que encienda un fósforo para que luego mire cómo queda después de haber sido encendido; pues así quedará el mundo y el universo entero después que sea quemado y lo será en el mismo tiempo que toma un fósforo en consumirse. ¿Anhelamos los cristianos este acontecimiento? Ciertamente que no, lo que anhelamos  es lo que vendrá después; para nosotros la fundición del mundo es un asunto circunstancial y pasajero.


La razón de nuestra solicitud para con Dios es por causa de la promesa que nos ha hecho con respecto a lo que sucederá con nosotros después de este terrible acontecimiento y es por eso que, bien vale la pena, andamos y nos conducimos como si no fuéramos de este mundo, despreciando la carne y tratando de conducirnos de una manera piadosa delante de Dios y los hombres. La morada de la justicia no es de este mundo, este mundo ha sido condenado al fuego, precisamente, por las injusticias que en ella se cometen, y si no queremos (y no queremos) padecer este terrible acontecimiento, acojámonos a la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo para librarnos del pecado que nos acecha y esperemos con paciencia, también, la venida del Señor. La razón por la que no se ha destruido el mundo aun, es porque Dios está esperando que todos procedan al arrepentimiento; pero, por causa de los que esperamos, Dios los precipitará muy pronto. ¿No somos millones los que lo sentimos? ¿No es el Espíritu de Dios quien nos lo dice directamente a nuestros corazones? ¿No es por eso, y por los que aun no han escuchado, que prorrumpimos de muchas maneras tratando de persuadirlos de lo que ha de venir? Es el Señor que habla a través de nosotros, de modo que si nos rechazan, es al mismísimo Dios a quien rechazan. ".......Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención......." (Lucas 21:28). 


Como todos los cristianos sabemos, el diablo, como león rugiente, está buscando a quien devorar, y son tantas y tan múltiples su artimañas, que no dan sosiego ni a diestra ni a siniestra, y es por eso que debemos estar vestidos con el apresto del evangelio; la única y mejor manera de prevenir los ataques del maligno. Él no descansa en su cometido, no come ni duerme, solo se preocupa de hacernos caer, y no cejará de hacerlo sino hasta que caigamos, y es por eso y es ahí en donde radica la razón de nuestra perseverancia, nuestra constancia, nuestro preocupación, nuestro desvelo. La temporalidad de la vida no vale la pena para que la perdamos siguiendo al mundo y lo que nos ofrece. Ya nosotros hemos padecido las consecuencias de nuestros pecados y no queremos que, quienes no han sido salvos, las tengan que padecer innecesariamente. Prende un fósforo y mira cómo se va a consumir el mundo, y medita bien dónde quieres estar para cuando esto acontezca. El deterioro del mundo y su entorno seguirá sucediendo, cada vez con mayor dramatismo. No esperemos que las aguas lleguen a nuestra puerta antes de habernos encomendado a nuestro Dios, no esperemos hasta que veamos venir al fuego corriendo hacia nosotros en tropel. Escucha su voz en el silencio de la noche y sobre tu cama; medita, compara, piensa, escudriña, estudia los acontecimientos, estudia la Palabra, haz obra de evangelista. Lejos de cometer pecado, dedícate a rescatar las almas de los perdidos. Dios también, en su suprema sabiduría, tendrá compasión de ti. Los quiero mucho.