Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 25 de marzo de 2011

No guardaron su dignidad.



Dios siempre se ha complacido en darnos cosas, a los hombres, que debemos de guardar y siempre, también, ha puesto celo en escrutarlas porque, haciéndolo, ha podido ver nuestra fidelidad. De unos, a toda prueba y de otros, endebles, nimias y falaces. La fidelidad, antes de ser constituida perennemente, siempre se ha visto obligada a ponerse a prueba porque, no hay mejor manera de constituirla como sólida, sino es a través de las pruebas. Hay quienes han pasado las pruebas incolumemente, desde el primer instante y otros, han tenido que batallar más para vencerlas. Todas las cosas que Dios nos da que guardemos, son las que Dios sabe que, al hacerlo, nos servirán en el derrotero de la vida. Una de las primeras cosas que Dios le pidió a Israel, fue la de guardar la pascua; en ella se conmemoraba la salida triunfal del pueblo de Israel, de la esclavitud de Egipto y entre varias cosas les dijo: ".......Es noche de guardar para Jehová, por haberlos sacado en ella de la tierra de Egipto. Esta noche deben guardarla para Jehová todos los hijos de Israel en sus generaciones......." Éxodo 12:42.


Del mismo modo, junto con darnos a guardar lo que a nosotros nos conviene hacer, nos advierte y reconviene, solemnemente, para que nosotros podamos aquilatar, en su verdadera dimensión, la seriedad pertinente y la necesidad perentoria de cumplir sus ordenanzas y estatutos, so pena de caer en descrédito y condenación. Como cuando les dijo a los judíos: ".......Si profanaren mis estatutos, Y no guardaren mis mandamientos,......." Salmos 89:31. Dios es de temer; nos ama, nos quiere, es bondadoso y compasivo, pero es de temer también y no podemos, en ningún modo, soslayar sus dictados y pretender como algunos: ".......no pasa nada......." La vida es muy corta para perder el tiempo en agradarnos a nosotros mismos. Guardando los estatutos de Dios nos aseguramos una eternidad de gloria pero, agradándonos a nosotros mismos, durante nuestra vida, una de condenación. La carne tiene que ser vencida por ser temporal y aunque es agradable pecar, la disyuntiva de una vida de condenación y una de gloria, nos impele a considerar la necesidad de agradar a Dios antes que al diablo.


El Señor no contiende con nosotros, todo lo que debiera, por causa de nuestras transgresiones e iniquidades porque, ciertamente, merecemos la muerte por las mismas, a no dudarlo; pero su misericordia, que es infinita y poderosa, nos envuelve, nos cobija y nos arropa, perdonándonos lo que nosotros, si fuéramos dioses, no se lo perdonaríamos a nuestras criaturas. Él no guarda su enojo como el hombre lo hace, porque el hombre lo hace hasta el punto que, muchas veces, no se satisface con la desaparición del objeto de la ira y, hasta en el lecho de la muerte, resuella venganza, retaliación y escarnio. Su misericordia es una de las grandes cualidades del amor de Dios y que muchas veces es abusada por nosotros al no guardar, debidamente, sus mandamientos y ordenanzas. ".......No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo......." Salmos  103:9. Por más grave que sea la situación en la que somos puestos, por causa de nuestras transgresiones e iniquidades, siempre habrá una luz de esperanza que las cosas pueden y van a mejorar. Guardemos sus ordenanzas.


El guardar la voluntad de Dios es un ejercicio que debe practicarse cada segundo de nuestra vida porque, aquel que busca nuestra alma para el bien, en nosotros compite con el que la busca para el mal; de modo que, quien determina al ganador, somos nosotros, en exclusiva y con ello acarreamos la responsabilidad, las consecuencias y/o los beneficios de la tal determinación. Los judíos, cuando fueron el pueblo de Dios, tenían el privilegio de establecer pactos de manera mancomunada y este privilegio lo perdieron porque, una y otra vez, no cumplieron con los votos que hicieron; a pesar de la solemnidad con que los hicieron, como en aquella vez relatada en Nehemías 10:29 ".......se reunieron con sus hermanos y sus principales, para protestar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor......." Todos sabemos, por la historia, que estas promesas y juramentos se diluyeron en los vericuetos del tiempo hasta el punto en que mataron al Hijo de Dios.


No crea, el hombre actual, que saldrá librado de culpa después de haber vivido una vida de disolución, no; porque dice: ".......Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;......." (Judas 1:6). ¿Cómo no castigará al hombre siendo, como es, menos que los ángeles? Peor aun si no guarda lo que es imprescindible guardar delante de su majestad. El caso es que el hombre sabe, per se, lo que es bueno y lo que no; de modo que será juzgado según sus razonamientos y donde el hombre haya razonado que lo que hizo, estuvo mal hecho, recibirá la retribución proporcional a la tal acción ya que dice: ".......mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,......." Romanos 2:15. La libertad que nos proporciona, el guardar los mandamientos y ordenanzas de Dios, no es comparable con ningún estado anímico que el hombre pudiera alcanzar en vida, ni por larga ni por pródiga. Los quiero