Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

martes, 4 de enero de 2011

Mansedumbre y reverencia



No hay nada más reprobable que una fe enferma que basa sus presuposiciones en opiniones personales antes que en las escrituras. No podemos negar que existan las opiniones personales en referencia a temas bíblicos, es más, pienso que son, hasta cierto punto, saludables, porque obligan al entorno a la reflexión; por lo menos eso es lo que se espera. Uno de los problemas de los líderes de la Iglesia es que, la mayor de las veces, no exponen públicamente dichas opiniones sino que las practican abiertamente como si fueran cosa juzgada o dogma que debiera seguirse y cuando las exponen, lo hacen como tal, es decir como dogma, esperando que los demás la sigan sin importar las consecuencias. En Primera de Corintios 3, podemos ver, claramente, el significado de las opiniones y hacia dónde nos conducen cuando se esgrimen con el fin de atacar. Si bien es cierto que tenemos el derecho de la sobreedificación no es menos cierto que no podemos imponérsela a nadie, por más buena voluntad que tengamos. La sobreedificación es de carácter personal y puede ser provechosa, como no; tanto para sí como para los demás. Dios nos dice que será probada por fuego de manera que, podríamos practicarla en nuestro entorno y en nuestra congregación, pero no debemos tratar, de ninguna manera, de imponerla a toda la Iglesia en su conjunto.

Hay grupos de congregaciones que, teniendo la misma doctrina, tienen diferentes prácticas; lo triste de esta realidad es que, por causa de la práctica diferente -no pecaminosa- rompen la comunión formando "partidos" cuando Dios nos llama a la unidad. ¿Qué quiere decir esto? Que por encima de nuestras diferencias conceptuales, sobre la interpretación de la Palabra de Dios, debe prevalecer, por encima de todas las cosas, la unidad y esto se logra, evidentemente, con el amor. Amor para considerar las opiniones de los demás; amor para dejar que sobreedifiquen sin romper ni la doctrina ni la comunión. Ser muy cautos en no apoyar, de manera beligerante, ningún tipo de opinión porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Debemos de practicar, más a menudo, la amonestación pública de los que causan divisiones porque, hemos de recordar, tenemos un evangelio que fue defendido con la sangre preciosa del Autor de la vida y si aquel que nos precedió fue tan valiente ¿Hemos de amilanarnos frente al que grita, gesticula, bate las manos y vocifera su punto de vista? De ninguna manera, antes bien presentaremos lucha con mansedumbre y reverencia.......

No creamos, ni pensemos ni asumamos que los que prevalecen son los que hablan más fuerte, o los que tienen "poder" o preeminencia dentro de la Iglesia, no; los que prevalecen son los justos que con justicia y equidad asumen sus responsabilidades dentro de la congregación sin esperar retribución alguna sino tan solo la venia de Dios. Es, precisamente, en este punto, donde los débiles nos hacemos más fuertes como dijo Pablito. Tampoco asumamos que nuestros enemigos, en este tipo de cosas, son nuestros hermanos, no; siempre debemos tener presente que el enemigo es el tremendo diablo que ha cogido, de una o de otra manera, al hermano que, por alguna razón, actúa desacertadamente. Si él o los hermanos que asumen posiciones intransigentes e irreconciliables, es evidente que estamos frente a un sima; pero el Señor de todos nos dice también que no tengamos miedo a las divisiones porque en ellas sobresalen los que son aprobados.

La sanidad de la fe tiene mucho que ver con el alimento espiritual que consumimos y el trabajo que realizamos a favor de ejercitar las facultades que vamos adquiriendo. No podemos ni debemos ser solamente "intelectuales" del cristianismo sino que debemos practicar y ejercitarnos en la consecución de aquello que hemos aprendido y debemos hacerlo sin temor. Muchas veces hay quienes les da "vergüenza" o les da "cosa" increpar al hermano que se desvía de la fe; ¿POR QUÉ? El llamar la atención a alguien, en la Iglesia, no es una opción, es una obligación y si alguien reacciona de manera inapropiada, tenemos instancias bíblicas que nos impelen a actuar de manera decidida y justa, según Dios; usémoslas. Cuando alguien nos sale con alguna pachotada (porque le llamamos la atención), no hay que huir de la confrontación, hay que poner el pecho en el nombre de La imágen de Dios y aunque tengamos que padecer por ello -qué privilegio- no nos acobardemos porque sino, satán gana.

Recordemos también que hay instancias en las que se nos dice que reprendamos duramente a quien se lo merece: ".......Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe......." Recordemos también que, nuestro proceder contra los que andan desordenadamente dentro de la Iglesia, debe ser, básicamente, nuestro amor a nuestro prójimo. No permitamos jamás que, por causa de este tipo de confrontaciones, nazcan raíces de amargura que estropearán nuestras relaciones. Yo me indigno muy fuertemente contra los que, dentro de la Iglesia, cometen exabruptos; pero nunca los dejo de amar aun cuando tengo que alejarme de ellos o ellos de mi. También tenemos que tener la costumbre de ser vigilantes y atentos a los dictados del Espíritu Santo y nunca hacer conjeturas de ninguna especie si no está Él en control; no hacerlo puede significar nuestro descalabro. Los quiero mucho.......