Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Madurez en el juicio.

Dice sobre el juicio, el diccionario de la Real Academia Española, en la primera de sus ocho acepciones: “…….Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso…….”
Siendo el juicio, como es, una facultad del alma del hombre, no podemos sustraernos del imperativo de su uso. Juzgamos, virtualmente, todo, y nada se escapa a nuestro juicio, por lo menos, todo aquello de lo cual tenemos conciencia.
Todos los actos de los hombres son juzgados por Dios y los hombres juzgan sus propios actos y los de aquellos de los cuales toman consciencia. Todos los actos de Dios son buenos pero los de los hombres son buenos y/o malos. Siempre existe una definición en el valor de un acto y eso es por el juicio que le infringimos; todos somos responsables del juicio que emitimos sobre nuestros actos y sobre los actos de los demás, cuando juzgamos. Hay un juicio que es verdadero y ese es el de Dios; si queremos que nuestros juicios sean verdaderamente buenos, tenemos que remitirnos al juicio de Dios para encontrar infalibilidad en la emisión de nuestros juicios.
Dios provee al hombre de la capacidad de saber cuáles son sus juicios, siempre y cuando, el hombre, esté atento a los dictados de Dios en todo tipo de asuntos ya que Dios se los remite a través de la conciencia de cada cual. El hombre siempre escucha los juicios de Dios acerca de lo que debe hacer o no hacer, virtualmente desde que tiene uso de razón y Dios empieza a imputarle sus faltas, como pecado, cuando el hombre escamotea esos dictados, es decir, cuando no les hace caso y cuando eso sucede, su conciencia lo acusa directamente por el remordimiento que siente desde la primera vez. Hay quienes empiezan a saborear las mieles del pecado haciendo caso omiso a los remordimientos que siente y hace como que no los sintiera para cometer con avidez todo tipo de pecado. Cuando el hombre se acostumbra a escamotear la veracidad de los juicios de Dios, empieza a rodar por el abismo de la sinrazón y desemboca en el precipicio de la desgracia.
Una de las cosas que podemos y debemos hacer, cada cierto tiempo, para cerciorarnos del buen camino que hemos escogido, es  el auscultar nuestros corazones por medio de la revisión de nuestro lenguaje ya que, muchas veces, cuando no recapacitamos acerca de lo que decimos, no podemos saber en qué estado está nuestro corazón. No podemos ni debemos hablar por hablar y esto hacemos cuando no meditamos acerca de lo que decimos. El juicio de Dios nos alcanzará por cada palabra ociosa que hayamos vertido y, precisamente, una de las especializaciones de satanás para hacernos caer, es la de tentarnos a decir cosas sin reflexionar. Cuando reflexionamos lo que vamos a decir, estamos invitando a Dios a que apruebe aquello que vamos a decir y si hacemos ese ejercicio desde hoy, pronto nos daremos cuenta que nuestro lenguaje se acomoda más y más al juicio de Dios, de modo que hablamos solo cosas verdaderas. Hay que recordar que en Mateo 12:36 Jesús mismo nos advierte: “…….Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio…….”
En el aprendizaje de las cosas de Dios, hay un tiempo en el que necesitamos avanzar; no podemos estar siempre con la cantaleta de necesitar que se nos esté diciendo, a cada rato, qué es lo que necesitamos hacer, decir o pensar. Debemos considerar que hay, alrededor nuestro, quienes necesitan, más que nosotros, una palabra de aliento, un consuelo, alguien en quién creer y si nosotros, a nuestra vez, no avanzamos con decisión en el conocimiento de la verdad, somos, entonces, de los que retienen la verdad con injusticia y la ira de Dios se cierne contra nosotros, como dice Pablito en Romanos 1:18: “…….Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…….” No solamente retenemos la verdad para nuestro beneficio sino que también se la retenemos para el beneficio de todos aquellos que nos podrían escuchar referirlas a partir del momento en que nosotros la recibimos.
Las cosas básicas del Evangelio, que en Hebreos 6 se las llama [muy apropiadamente] “…….rudimentos de la doctrina de Cristo…….”, deben pasar a un segundo plano como objeto de estudio profundo para que, de esa manera, ir adelante a la perfección y al alcance de lo que significa juicio y muchas otras cosas más, entre los cristianos. El juicio eterno de Dios, que en Hebreos 6:2 se hace mención, es uno de los indicativos, a partir del cual, podemos perfeccionar el ejercicio de nuestro juicio. Todas las otras menciones de la palabra juicio, también tienen que ser analizadas. Hay lugares en los que la palabra “juicio” no se menciona y, sin embargo, se ejerce muy claramente; es nuestro deber el dilucidarlas como Salomón nos lo dice en Proverbios 25:2 “…….Gloria de Dios es encubrir un asunto; Pero honra del rey es escudriñarlo…….” ¿No somos, acaso, reyes y sacerdotes?
Tenemos que establecer, entonces, que existen dos tipos de juicio: El de Dios y el de los hombres. Sabemos, por antonomasia, que el juicio de Dios es verdadero y el del hombre lo es, en la medida en la que se alinea con el de Dios. Cuando esto no sucede, se producen las injusticias. Pablito fue llamado a juicio y sometido a la cárcel injustamente, como lo podemos ver en: Hechos 26:6
“…….Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio…….” No nos llame la atención si nosotros, por cosas menores de las que Pablo fue acusado, seamos vilipendiados como delincuentes, siendo justos.
Muchas veces, por causa de las tradiciones y las costumbres que tuvimos, antes de ser cristianos; tomamos como normales ciertas actitudes que, en realidad, no lo son. Si nos remitimos a Mateo 5:22, podemos ver lo que Cristo dijo referente a esta realidad: “…….Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego…….” Si nos analizamos, podemos ver cuánto nos hemos perfeccionado en el camino de Dios.
Los quiero mucho.
Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre de nuestro señor Jesucristo; quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

La dependencia que tenemos de Dios


Todas las personas, en la historia de la humanidad, han dependido de Dios, para bien o para mal y todas las personas, hoy, dependemos de Dios por lo mismo, querámoslo o no. No hay ni una sola persona que no dependa de Dios. Dicho en otras palabras, nadie ha sido, es o será independiente de Dios. Esta dependencia de Dios, entonces, tiene dos connotaciones: Una consciente y otra inconsciente; porque existen personas que no saben que dependen de Dios y habemos personas que sí sabemos que dependemos de Dios. Lógicamente que, la dependencia consciente de Dios es la que sí sabe que depende de Dios y la inconsciente es la que no sabe que depende de Dios. Lo digo porque alguien podrá decir en su corazón “…….pero yo ya sé esto…….” O podrá decir cualquier otra cosa, no interesa qué; y otros, en cambio, seguirán escuchando con humildad. La contraparte es que, a sabiendas que dependemos de Dios, hay quienes no le escuchan y si lo escuchan, no razonan igual. ¿A qué se debe esta dicotomía de reacción entre personas que se supone que dependemos de Dios? Si todas las personas que leen, tenemos la conciencia que dependemos de Dios: ¿Por qué, entonces, reaccionamos de diferente manera frente a las mismas circunstancias?: Porque tenemos diferentes sentidos de lo que significa depender de Dios. Esto no es -en sí mismo- un pecado, pero si es una dificultad en el camino de la unidad de la fe, pero también es una oportunidad para ejercitar nuestra paciencia.
¿Qué debemos hacer entonces? Agudizar nuestros sentidos. ¿Para qué? Precisamente, para sentir la dependencia que tenemos de Dios; porque si no sentimos la dependencia que tenemos de Dios, es como si no dependiéramos de Dios. Una cosa es saber que dependemos de Dios y otra, muy deferente, es sentir que dependemos de Dios y obramos en consecuencia.
Una de las mejores formas de descubrir hasta qué punto dependemos de Dios es aquella en la que analizamos si todas nuestras decisiones son guiadas por Él o son guiadas por lo que a nosotros nos parece. En este punto debemos ser muy prácticos, para que en el futuro tengamos la seguridad que, nuestra dependencia, es total y absoluta.  Una de las mejores formas de hacerlo, para el efecto de la toma de decisiones, es convirtiendo nuestra singularidad en pluralidad y que esa pluralidad sea compartida con el propio Dios. ¿Qué va a pasar? Simplemente que, nuestras conjeturas, tendrán un cambio radical desde el momento que empezamos a hacerlo.
¿Por qué? Porque frente a un problema, frente a una decisión, frente a cualquier contingencia que tengamos delante de nosotros, en la que tengamos que tomar partido, vamos incluir en nuestras conjeturas al propio Dios. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que ya no me preguntaré, singularmente: “…….y ahora qué hago, cómo lo hago, dónde lo hago, con quién lo hago, cuándo lo hago…….” Sino que ahora nos preguntaremos, con Dios, pluralmente: “…….y ahora qué hacemos, cómo lo hacemos, dónde lo hacemos, con quién lo hacemos, cuándo lo hacemos…….” ¿Qué va a suceder? Simplemente que siempre vamos a tener la respuesta correcta porque nuestra pluralidad es con Dios. ¿Qué quiere decir esto? Que podemos llegar a actuar con la infalibilidad de Dios, es decir, sin equivocarnos nunca.
Esa es la manera en que hacemos patente su Palabra en nosotros y es cuando empiezan a tener verdadero significado sus recomendaciones como la de: “…….No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…….” En Romanos 12:2. O: “…….Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu…….” En Romanos 8:1. O: “…….fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad…….” En Colosenses 1:11.
Creo que podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que todos los hombres de Dios, que se mencionan en la Biblia y sin excepciones, tuvieron conciencia de su dependencia de Dios; aunque, muchas veces, esa dependencia no fue suficiente para evitar que cayeran en pecado cuando se olvidaron, por un instante, de dicha dependencia.
Pero hubieron muchos que no olvidaron su dependencia de Dios, como Jonatán cuando dijo a su escudero, frente a sus enemigos, según 1 Samuel 14:6: “…….quizá haga algo Jehová por nosotros…….” y venció, con su criado, a los filisteos que tenían: “…….treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar…….” Según 1 Samuel 13:5. Dos personas, imbuidas por Dios, derrotaron a semejante ejército.
David le dijo a Goliat, en 1 Samuel 17:45: “…….mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos…….” y en seguida le cortó la cabeza.
Abraham le dijo a su hijo Isaac, en Génesis 22:13: “…….Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío…….” y encontró un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos.
Jesús le dijo a Pedro, frente a los cobradores de los impuestos, en Mateo 17:27: “…….ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero…….” y Pedro lo encontró.
Eliseo le dijo a un príncipe del rey Joram, en 2 Reyes 7:2: “…….He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello…….” y el pueblo lo atropelló en las puertas de Samaria cuando iban a recoger el botín del ejército de Siria que había huido.
Depender de Dios es vivir el hoy en buena relación con Él y vivir el hoy con Él, en buena relación, es reconocer todos nuestros pecados de nuestra vida y arrepentirnos de ellos para que sean perdonados por la sangre de Cristo. Cuando esto sucede restablecemos nuestra comunión con Dios y así debemos procurar permanecer hasta la segunda venida de Cristo. Hay que perseverar hasta el fin con el amor con que Cristo nos amó. Si Cristo amó hasta el fin, como lo dice Juan 13:1: “…….Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin…….”; nosotros también podemos amarlo perseverando en su palabra hasta el fin también.
Los quiero mucho. El señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.





martes, 8 de noviembre de 2011

Meditemos profundamente


La Real Academia Española de la lengua dice de concupiscencia: “…….apetito desordenado de placeres deshonestos…….” Y la Biblia nos dice, en referencia a cómo deben ser tratadas nuestras mujeres: “…….no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios…….” 1 Tesalonicenses 4:5. Aclarados los conceptos, hemos de reflexionar si podemos tener ciertas libertades de hacer con nuestras mujeres como queramos, en lo referente al sexo. En las relaciones sexuales con nuestras mujeres, es conveniente seguir los mismos principios de cristiandad que nos mueven, diariamente, en nuestro entorno. Principios como el amar al prójimo como a uno mismo, como el de darle honor a la mujer como a vaso más frágil, la de tratarlas con toda humildad y mansedumbre, la de soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor.


Lamentablemente, muchos hemos visto que hay hermanos que tratan a sus esposas, delante de la gente, muy mal. No vamos a especular que los mismos tengan, necesariamente, que tratar a sus mujeres de mala manera, en referncia al sexo. Lo que sí podemos decir es que, cada cual, tiene la obligación de escuchar la voz de Dios cuando reverbera en nuestros corazones y nos dice, claramente, cuando estamos haciendo mal en nuestras relaciones íntimas con nuestras esposas. Si esto es así, debemos de parar aquellas malas costumbres porque nos llevarán a la perdición, indefectiblemente.
No piense el cristiano que, teniendo el consentimiento de su cónyuge para realizar o tener placeres deshonestos, ellos pierden su carácter de tales por aquel consentimiento, no; no hay tal cosa porque un ciego no puede guiar a otro ciego, como dice Jesús en  Lucas 6:39: “…….Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?.......”

No hay ninguna justificación para enredarse en placeres deshonestos con nuestros cónyuges y aunque es sencillo encontrar una justificación, no es permitido que lo hagamos porque Dios nunca nos justificará si hacemos lo malo. Si meditamos profundamente en el tipo de relación íntima que tenemos con nuestros cónyuges y si le preguntamos a Dios, honestamente, si ese tipo de relación es aprobada por Él, tendremos una respuesta inmediata y no habrá dudas de ningún tipo. Si después de la meditación descubrimos que nuestra relación íntima con nuestro cónyuge es honesta, enhorabuena; pero si descubrimos lo contrario, procuremos tomar una resolución inmediata que nos lleve a normalizarla.


Una de las perversiones en las que puede caer una pareja de cristianos, en sus relaciones íntimas, es aquella que tiene que ver con el cambio del uso natural de las mujeres por el que es contra la naturaleza; nos lo advierte Pablo en Romanos 1:26 cuando nos dice: “…….Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza…….” La sodomización es un pecado abominable y quienes la practicaron en los tiempos de Abraham recibieron la retribución de sus actos, porque fuego cayó del cielo sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra  para testimonio a nosotros, que aquellos son actos reprobados por Dios.


Tenemos el Espíritu de Dios con nosotros porque le hemos oído con fe y es por eso que Él nos suministra de su Espíritu pródigamente. Las maravillas que de su poder podemos a diario ver, confirman con creces la veracidad de su guía acerca de cómo debemos tratar a nuestras mujeres; especialmente en nuestro trato sexual con ellas. Pedrito nos dice en Gálatas 3:5 “…….Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?.......” Con esta premisa podemos tener la seguridad de saber el modo de tratar con nuestra pareja. Ningún consejero matrimonial lo pudiera hacer mejor en el mundo.


No hay prójimo más prójimo a nosotros que nuestra pareja y para empezar a conceptualizar, de una mejor manera, el significado de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, primero nos remitimos a las Escrituras donde Cristo nos dice en Marcos 12:33: “…….y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios…….” Sabiendo Dios que el primer amor que profesamos, después de amarlo a Él, es el amor a nosotros mismos y sabiendo Él que cada cual se quiere mucho a sí mismo, nos ordenó a que amáramos a nuestro prójimo como lo hacemos a nosotros mismos. 



No estaría demás recalcar que, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, tendríamos que ponernos en el lugar del prójimo. Cuando estamos casados, nuestro prójimo más próximo, es nuestra pareja y por el amor que le tenemos a Dios y el amor que nos profesamos a nosotros mismos, vamos a procurar hacer con nuestra pareja como a nosotros nos gustaría que nos hagan y es entonces cuando aquilataremos, en su verdadera dimensión, si nuestras relaciones con nuestra pareja son legítimas y honestas. De todos los servicios que les podemos dispensar a nuestros semejantes, prodiguemos el servicio de tratar bien a nuestra pareja matrimonial, sobre todo en el aspecto sexual; nos lo va a agradecer. 


Abordemos el tema con discreción, pero con firmeza y meditemos profundamente todos los aspectos necesarios hasta agotar el tema y hasta tener la seguridad que estamos siendo conducidos por Dios. Hagamos buen uso de nuestra libertad sin caer en el libertinaje. Por causa de lo privativo de nuestras relaciones sexuales, existe la tendencia real de caer en excesos, pero tengamos por seguro que, cuando esto suceda, sentiremos la reprobación de Dios por medio del desasosiego en el que caeremos inmediatamente después de cometer el exabrupto. Cuando nos sintamos impotentes frente a este y otros tipos de contingencia, lo mejor que podemos hacer es esperar en el Señor en oración.
Debemos estar completamente seguros que finalmente habrá una intervención prodigiosa de su poder, mediante el cual seremos liberados ¿No son innumerables los ejemplos de su poder a lo largo de las Escrituras? Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro se nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

lunes, 7 de noviembre de 2011

La protección exclusiva de Dios



Para conocer la protección exclusiva de Dios, debemos establecer en nosotros la concepción de la magnificencia de su poder y su potencia y, después de establecida, remitirla al significado de nuestro cuidado personal y/o de nuestro entorno.
El poder de Dios se manifiesta en todas las cosas creadas y hechas hasta hoy y la potencia que le atribuyamos, será el resultado de un ejercicio de nuestra imaginación que le da capacidad para hacer cosas que aún no ha hecho.
Si hiciéramos un análisis somero de la creación y de la historia de la humanidad, llegaríamos a la conclusión que Dios puede hacer, virtualmente, cualquier cosa.
En este orden de ideas, no resulta complicado ponerse a observar nuestro entorno porque es lo más inmediato a nosotros y resulta sencillo. El solo hecho de mirar el Sol, la Luna y las estrellas, ya nos pone en el camino de la contemplación y en el de la meditación. Recreándonos un poco más, en nuestra contemplación, podemos ver el cielo azul, las nubes y la naturaleza que nos rodea y en ella la brisa, los olores, los sonidos, los colores, el silencio y esa capacidad innata del hombre de abstraerse en sus pensamientos.
Por si fuera poco, también tenemos el mar, las montañas, los vegetales, los animales y de cómo, a través de la historia, el hombre las ha usado para su beneficio y desarrollo.
Tantas y tan diversas son las cosas que Dios nos ha dado que resulta ilógico atribuir la naturaleza de las mismas al resultado del azar; evidentemente que asistimos a un mega concierto en donde Dios dirige y el mal desentona. Si reparásemos en lo que cada día nos llevamos a la boca para alimentarnos, nos quedamos estupefactos. Dios quiso que así sea y así es, desde que el mundo es mundo. Podemos ver en Génesis 1:11-13: “…….Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno Y fue la tarde y la mañana el día tercero…….”
Tenemos al alcance de nosotros tal diversidad de alimentos que enumerarlos requeriría de mucho tiempo y espacio para hacerlo. Papas, camotes, plátanos, cerezas, frambuesas, cacao, coco, naranjas y la imaginación que Dios nos ha dado para mezclarlos y crear una diversidad de combinaciones que se pueden proyectar, sin esfuerzo, hasta el infinito.
Todas las cosas hechas por Dios han sido hechas para nuestro beneficio y en ellas podemos ver el cuidado exclusivo que de Él tenemos todos los mortales. La raza humana ha llegado hasta nuestros días porque Dios ha tenido cuidado de ella y el deterioro mundial, en todos los aspectos, que ahora podemos ver, es el resultado de la tergiversación de los propósitos de Dios para con los hombres. No nos hemos conformado con su voluntad y hemos creado un colectivo social que lo ha relegado a consideraciones secundarias, nimias y pueriles y podemos ver, sin temor a equivocarnos, que el mundo comienza a entrar en una espiral de incertidumbre donde campea la violencia, la mentira, el robo, el crimen en donde el desprecio y la intolerancia son moneda común. La vorágine en la que estamos siendo envueltos llevará a la humanidad a la destrucción y es por eso que debemos apelar a la protección exclusiva de Dios como si fuera una tabla de salvación en un mar de incertidumbres.
Dios nos ha dado la historia del significado de su real protección y de su celo por la forma en que trató a quienes fueran su pueblo en el pasado y a quienes lo somos ahora. Indudablemente que Jehová ha ejercido su voluntad en toda la historia de la humanidad y la seguirá ejerciendo, aunque a algunos no les guste.
La problemática que subsiste en la idiosincrasia del hombre es que quiere doblegar la voluntad de Dios para ejercer la suya propia, sin tomar en cuenta que, quienes se irguieron en contra de Dios, nunca han prevalecido ni prevalecerán. La historia de la humanidad debiera de darnos la pauta correcta acerca de lo que tendría que ser nuestro real comportamiento frente a nuestra realidad, también la naturaleza de las cosas nos enseñan acerca de la naturaleza de nuestro comportamiento, pero no la escuchamos, aunque grita.
Dios no va a hacer nada más de lo que ya ha hecho. Él ha hecho lo divinamente posible para que nosotros entendamos su amorosa voluntad; nos ha mandado a su Hijo para explicarnos, profundamente, la naturaleza de su voluntad y nosotros, en vez de recibirla con solicitud, matamos a Jesús con nuestros pecados. Lo único que le resta hacer a Dios, con la humanidad, es esperar para que los últimos que aún están fuera de su reino, entren antes que venga a destruir a los opositores. Lo dice 2 Pedro 3:9
“…….El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento…….”
La protección de Dios para con su creación, siempre se ha manifestado a través de la historia, pero también su celo contra los que no hacen su voluntad. Los que nos hemos acogido a su voluntad podemos testificar cómo Dios nos ha cuidado hasta en las cosas más pequeñas y de cómo lo podemos ver en los movimientos más sutiles de su creación. Ya nada nos es ajeno a su presencia y hasta la manifestación de las tentaciones del diablo las tomamos como oportunidades para ejercer nuestra fortaleza en aquello en lo que somos débiles.
Si Dios ha hecho los cielos y la tierra, también nos ha hecho a nosotros y si ha permitido que nazcamos del vientre de nuestras madres, es porque su cuidado se ha ejercitado sobre nosotros y si hemos llegado hasta este punto de nuestras vidas, la razón es porque nos quiere, a pesar de lo malo que hayamos hecho. ¿No son muchos los que no nacen? ¿No son muchos los que de niños mueren? ¿No han muerto nuestros amigos y conocidos a lo largo de nuestra vida? ¿Por qué no hemos muerto nosotros? Porque Dios espera que procedamos al arrepentimiento de nuestras malas acciones.
Reflexionemos profundamente sobre el cuidado que Dios ha tenido sobre nosotros hasta hoy y seamos agradecidos por habernos concedido un día más de vida. Pensemos que podemos morir hoy mismo también y que mucho mejor ha de ser acogerse a su cuidado que morir sin él.
Los quiero mucho.
Que Dios, todopoderoso, los bendiga rica y profundamente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….


domingo, 6 de noviembre de 2011

Los que son aprobados



Una de las cosas más reprobables, dentro del cristianismo, es una fe enferma que basa sus presuposiciones teológicas en opiniones personales antes que en las escrituras.
No podemos negar que existan las opiniones personales en referencia a temas bíblicos, es más, pienso que son, hasta cierto punto, saludables, porque obligan al entorno a la reflexión; por lo menos eso se espera.

Uno de los problemas de los líderes eclesiásticos es que, la mayor de las veces, no exponen públicamente dichas opiniones sino que las practican abiertamente como si fueran cosa juzgada o dogma que debiera seguirse; y, si las exponen, lo hacen dogmáticamente, esperando que todos los demás las sigan, sin importar los resultados.
En Primera de Corintios 3, podemos ver, claramente, el significado de las opiniones y hacia dónde nos conducen cuando se esgrimen con el fin de atacar. Si bien es cierto que tenemos el derecho de la sobreedificación no es menos cierto que no podemos imponérsela a nadie, por más buena voluntad que tengamos. La sobreedificación es de carácter personal y puede ser provechosa, como no; pero si la sobreedificación excede lo personal, puede afectar a la Iglesia parcial o totalmente. Dios nos dice que la sobreedificación será probada por fuego, de manera que, podríamos practicarla en nuestro entorno y en nuestra congregación, pero no debemos tratar, de ninguna manera, de imponerla a toda la Iglesia en su conjunto, sino hasta que sea del conocimiento público de todos y todos se pongan de acuerdo que la idea expuesta es para el beneficio de todos y nos sirve. Peor aún si, por causa de la sobreedificación, rompemos la comunión con congregaciones enteras.

Hay grupos de congregaciones que, teniendo el mismo fundamento, tienen diferentes prácticas; lo triste de esta realidad es que, por causa de la práctica diferente -no pecaminosa- rompen la comunión -lo cual si es un pecado-  y forman "partidos" cuando Dios nos llama a la unidad. ¿Qué quiere decir esto? Que por encima de nuestras diferencias conceptuales sobre la interpretación de la Palabra de Dios, debe prevalecer la unidad, y esto se logra, evidentemente, con amor. Amor para considerar las opiniones de los demás y para dejar que existan sobreedificaciones sin quebrantar ni la doctrina ni la comunión. Ser muy cautos en no apoyar, de manera belicosa, ningún tipo de opinión “…….porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios…….” como lo dice Pablo en Santiago 1:20.

Debemos practicar la amonestación pública con los que causan divisiones porque, hemos de recordar, tenemos un evangelio que fue defendido con la sangre preciosa del Autor de la vida y, si aquel que nos precedió fue tan valiente ¿Hemos de amilanarnos frente al que grita y vocifera su punto de vista? De ninguna manera, antes bien presentaremos lucha “…….con mansedumbre y reverencia.......” como también lo dice Pedro en: 1 Pedro 3:15 “…….sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros…….”

No creamos, ni pensemos,ni asumamos que los que deben prevalecer son los que hablan más fuerte, o los que tienen "poder" o preeminencia dentro de la Iglesia, no; los que deben prevalecer son los justos que, con justicia y equidad, asumen sus responsabilidades dentro de la congregación sin esperar retribución alguna, solo la venia de Dios.

Es precisamente, en este punto, donde los débiles nos hacemos más fuertes como dijo Pablo en 2 Corintios 12:10: “…….Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte…….”

 Tampoco asumamos que nuestros enemigos, en este tipo de cosas, son nuestros hermanos, no; siempre debemos tener presente que el enemigo es el tremendo diablo que ha cogido, de una o de otra manera, al hermano que, por alguna razón, actúa desacertadamente.

Si uno o muchos hermanos asumen posiciones intransigentes e irreconciliables, es evidente que estamos frente a un sima; pero nuestro Señor nos dice  que habrán oposiciones y altercados y que en ellos sobresaldrán los que son aprobados. Eso lo vemos en 1 Corintios 11:19 que dice: “…….Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados…….” Finalmente hay que humillarse los unos a los otros, para dar paso a la reconciliación, después de una riña.

La sanidad de la fe tiene mucho que ver con el alimento espiritual que consumimos y el trabajo que realizamos a favor de ejercitar las facultades que vamos adquiriendo.
No podemos ni debemos ser, solamente, “intelectuales” del cristianismo sino que debemos practicar y ejercitarnos en la consecución de aquello que hemos aprendido y debemos hacerlo sin temor.

Muchas veces hay quienes les da "vergüenza" o les da "cosa" increpar al hermano que se desvía de la fe; ¡¿POR QUÉ?! El llamar la atención a alguien, en la Iglesia, no es una opción, es una obligación y si alguien reacciona de manera inapropiada, tenemos instancias bíblicas que nos impelen a actuar de manera decidida y justa, según Dios; Hagámoslo. Si alguien nos sale con alguna pachotada porque le llamamos la atención, no hay que huir de la confrontación, hay que poner el pecho en el nombre de Cristo y aunque tengamos que sufrir la muerte por ello -qué privilegio- no nos acobardemos, porque sino, satán gana.

Recordemos también que hay instancias en las que se nos dice que reprendamos duramente a quien se lo merece: En Tito 1:13 se nos dice: “…….Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe…….” Recordemos también que, nuestro proceder, contra los que andan desordenadamente dentro de la Iglesia, debe ser, básicamente, una expresión de nuestro amor a nuestro prójimo. No permitamos jamás que, por causa de este tipo de confrontaciones, nazcan raíces de amargura que estropearán nuestras relaciones. Es aceptable indignarse contra los que cometen exabruptos dentro de la Iglesia, pero es muy preferible esperar, el sosegarnos ,antes de emprender cualquier acción. Nunca dejemos de amar, aun cuando tengamos que alejarnos de ellos o ellos de nosotros. También tenemos que tener la costumbre de ser vigilantes y atentos a los dictados del Espíritu Santo y nunca hacer conjeturas de ninguna especie si no está Dios en control; no hacerlo puede significar nuestro descalabro.
Los quiero mucho.
El señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

sábado, 5 de noviembre de 2011

La muerte de la muerte




Muy pocas son las personas que han reparado, lúcidamente, acerca de la muerte de la muerte, sin embargo, esa es una realidad virtualmente tangible en Cristo nuestro señor, pues Él resucitó de entre los muertos y vive para siempre. Si vamos a vivir para siempre en Cristo nuestro señor, los problemas de esta vida pasan a un segundo plano para priorizar nuestra relación con el que vive para siempre y asegurarnos, de esta manera, que nosotros también viviremos eternamente en su gracia y gloria. No vamos a morir eternamente, debemos creer en ello porque es Dios quien nos lo dice; los hombres somos meros repetidores de su Palabra. Dice Jesús en Juan 11:26: “…….Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?.......”
Sin lugar a dudas, la muerte es el problema más grande de la humanidad y si no tuviéramos cómo evitarla; la vida de todos los hombres, en la historia de la humanidad, tuvo que haber sido desgraciada, lo sería y lo seguiría siendo hasta el fin del mundo. Pero la gracia de Dios se ha extendido a todos los hombres, para que todos los hombres puedan gozar de una vida eterna con Él. La gracia de Dios es un regalo, un presente, un cumplido, una dádiva, algo inmerecido; no solamente es un regalo, presente, cumplido o dádiva; es el mejor regalo que podamos recibir en la historia de nuestra vida, el mejor presente, el mejor cumplido, la mejor dádiva que nadie pueda darnos jamás. Dice Pablito en Efesios 3:7: “…….del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder…….” Si la gracia de Dios es dada a nosotros por la operación de su poder, la única manera de rechazarla es utilizando el poder de satanás cuando le permitimos actuar, en nosotros, por encima del poder de Dios.
El principal obstáculo, al que el hombre se enfrenta, en esta realidad, es la de creer o no creer. Todos los argumentos para creer en la existencia de una vida eterna, están expuestos a todos los hombres desde la fundación del mundo y se han refinado hasta nuestros días, a tal punto, que ya no resulta lógico ni razonable el rechazarlos, ya que eso implica la condenación de nuestro espíritu, por la eternidad también.
El potencial de los seres humanos se manifiesta entre dos antípodas y, virtualmente, nadie puede ir ni más alto ni más bajo. Todos los seres, en la historia de la humanidad, se han circunscrito, se circunscriben y se circunscribirán entre estos dos antípodas y con ello determinarán el talante de su carácter, hasta el día de su muerte y si convenimos que todos resucitaremos, cuando lo hagamos, lo haremos como agraciados o desgraciados; no hay términos medios, no hay cosa tal como: medio agraciado o medio desgraciado. Para efectos de nuestro futuro eterno, estaremos en la gracia de Dios o no estaremos.
Desde mi punto de vista particular, los antípodas históricos del universo son: Jesucristo y Judas Iscariote; porque ellos representan, de manera fidedigna, los dos extremos a donde el hombre puede llegar para hacer el bien o para hacer el mal; porque no hay nada mejor que dar su vida por los demás y nada peor que entregar a la muerte al autor de la vida. Todas las acciones de la historia de los hombres pueden ser tipificadas entre estas dos vidas extremas de estos antípodas y no hay nada peor que tratar de mantenerse en el centro, porque ello nos descalifica delante de Dios. Las sentencias de Cristo son lapidarias y tienen un solo sentido que nunca debe ser tergiversado; dice Jesús en Lucas 11:23: “…….El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama…….” Todo el quiera argumentar contra las sentencias de Dios, revela su estado pecaminoso, por más que se esfuerce en disimularlo. O estamos con el amigo o con el enemigo. La meridiana claridad de las Escrituras no se deja esperar y el corazón recibe de Dios lo que la mente debe expresar para beneficio nuestro y el de todos; y, en este punto, no podemos dejar de ser ni fríos ni calientes, es decir: tibios; porque la condenación se cierne sobre nosotros, muy amenazadora, para que no nos equivoquemos de las intenciones de Dios para quienes lo quieren traicionar. Dice Apocalipsis 3:16 al respecto: “…….Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca…….” La verdad que considero que es muy fácil y conveniente optar por lo bueno que por lo malo; si esto es cierto: ¿Por qué el hombre tiene la tendencia de hacer lo malo por encima de lo bueno? Porque el hacer lo malo, por primera vez, es una licencia que Dios les da a todos los hombres, para que los hombres, al conocer lo malo, establezcan una diferencia entre el bien y el mal y opten, a partir de su primer pecado, si seguirán haciendo lo bueno o lo malo.
Casi todos podemos reconocer que, nuestro primer pecado, lo cometimos cuando estábamos en la pubertad. Cuando lo hicimos, rompimos la relación que teníamos con nuestro Dios desde nuestro nacimiento y nadie, a partir de ese momento, puede hacer absolutamente nada, por sí mismo, para reintegrarse al seno de Dios. Tiene que acogerse a la misericordia de Dios, sin la cual nadie puede regresar a Él. Él ha establecido que lo podemos y lo tenemos que hacer por medio de Cristo. Cuando no intentamos ser como Cristo, estamos intentando ser como Judas; de plano y de hecho, cuando cometimos nuestro primer pecado, nos hicimos como Judas, traicionamos a Jesús porque, estando en la santidad de nuestra niñez, optamos por hacer aquella primera cosa mala que nos destituyó de la gracia de Dios.
Los cristianos no vemos ninguna complicación en la toma de decisiones a favor de Dios y, quienes las ven, no tienen ninguna intención de dejar de hacer lo malo que hasta hoy hacen, y aunque eleven su discurso hasta la grandilocuencia, nunca podrán justificarse delante de Dios; aunque alguno, quizá, lo haga entre los hombres.
Reflexionemos, la muerte no puede sobreponerse a la vida para siempre; si así fuera, en vano murió Cristo por nosotros; todavía seguiría en su tumba y todos nosotros seríamos miserables por esperar nuestra resurrección y el diablo gobernaría todo y sería nuestro Dios.
Los quiero mucho.
Mi señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

viernes, 4 de noviembre de 2011

Glosolalia



Después de la muerte de Cristo, el don de hablar en lenguas, sin conocerlas, fue una facultad concedida a los discípulos de Cristo, por el Espíritu Santo de Dios. Esta habilidad, la cual –técnicamente- se llama glosolalia, sirvió para que los discípulos de Jesús pudieran hacerse entender, de una sola vez, a todos los judíos que habían venido a la fiesta de la Pascua, en aquel año; ya que, por causa de ser de diferentes lugares del mundo conocido de entonces, hablaban diferentes idiomas y eso dificultaba, a los discípulos, dejarse entender. Esa es la causa por la que se produjo este milagro de hablar en lenguas; por causa de los oyentes, que eran de diferente nacionalidad. En esos instantes, todo el pueblo Israelí se encontraba conmocionado por la crucifixión y muerte de Jesús, que había acontecido momentos antes de la Pascua de ese mismo año. Otra de las cosas que, posiblemente se estarían comentando en esos momentos, tuvo que haber sido la resurrección de Jesucristo, amén de toda la historia de su vida, las profecías de su venida, la multitud de testigos de sus milagros, de cada una de sus palabras y su ascensión a los cielos. Todos esos instantes, en los que comenzaron a hablar en lenguas, sucedieron después que todos los cristianos y la gente de la ciudad, escucharon un fuerte estruendo, tal como se narra en Hechos 2:1-13 que a la letra dice: “…….Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto…….”
Mucho tiempo después y a instancias del apóstol Pablo, quien aún no era discípulo de Cristo cuando estas cosas acontecieron; la Iglesia de Cristo de Corinto fue reprendida por causa de la práctica desordenada de la glosolalia y en 1 Corintios 14:18-20, Pablito les dice a quienes la practicaban: “…….Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar…….” El apóstol Pablo, sin demasiados aspavientos y en otras palabras, les dice a los hermanos de Corinto, que practicaban la glosolalia, que esa práctica es cosa de inmaduros porque no tiene ningún beneficio si no hay quien interprete el idioma en que se habla. Hay que comprender que, ciertas prácticas del primer siglo del cristianismo y otras más recientes, no tienen por qué tener vigencia en nuestros días, porque fueron practicadas de manera circunstancial; del mismo modo que, si queremos implementar ciertas prácticas que, sin ir contra el fundamento de Cristo, nos pueden servir para la edificación de la Iglesia, deben ser bienvenidas. Hay hermanos que dogmatizan, innecesariamente, conceptos como “…….hablar donde la Biblia habla y callar donde calla…….” Suena muy bonito, pero frente a la realidad de las escrituras, no tiene validez. Si este dogma, como muchos otros, son aceptados por la Iglesia de Cristo sin cuestionamientos, sepan que, quienes los aceptan, coartan la libertad de la Palabra, tal como la podemos encontrar en numerosos pasajes como en 1 Corintios 3:10-15 que dice: “…….Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego…….” En principio existe un fundamento, que es Cristo nuestro Señor y ese fundamento siempre es puesto por alguien en nosotros; luego viene otro, otro y otro que terminan de edificar, en nosotros, los rudimentos del Evangelio. Cuando tenemos el fundamento y la edificación de Cristo en nosotros, tenemos la libertad para sobreedificar, pero con mucho cuidado, como nos lo advierte Pablito. También nos ofrece la salvedad de conocer que no todas las sobreedificaciones tienen las mismas características y que unas equivalen a sobreedificar con oro y otras con hojarasca, pasando por plata, piedras preciosas, madera o heno. Naturalmente que siempre será mejor realizar una sobreedificación con oro, que con hojarasca. Es evidente que, si vamos a hacer una sobreedificación sobre nuestras vidas o sobre la vida de la Iglesia; esta, muy probable, no tenga un parangón escritural y es en este instante donde los dogmáticos se rasgan, hipócritamente, las vestiduras y esgrimen eso de “…….hablar donde la Biblia habla y callar donde calla…….” , o cosas parecidas. Todos los cristianos, absolutamente todos, tenemos el derecho y hasta me atrevería a decir, la obligación de sobreedificar sobre el fundamento de Cristo, como individuos y como Iglesia, y debemos estar atentos para evitar que haya quienes quieran sobreedificar con heno u hojarasca y animar a quienes lo quieren hacer con oro y plata. Cuidado, Pablito nos dice en Judas 1:4: “…….Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo…….” Ese tipo de libertinaje lo podemos ver entre algunos, en muchas de nuestras congregaciones. No es que todo lo que sustentan esté fuera de lugar, no; sino que se exceden en sus atribuciones y aprueban para sí el tener ciertas “libertades” como la de fumarse un cigarrillo o tomarse un buen trago de alcohol, de vez en cuando. La gran problemática subsiste cuando, de tanto sobreedificar con heno y hojarasca, lo empiezan a hacer con heces y es entonces cuando caen de la gracia de Dios.
Reflexionemos, queridos amigos y hermanos, y establezcamos, conscientemente, el lugar en donde nos encontramos delante de Dios y a partir de ese estado, empecemos a sobreedificar, con oro, sobre el fundamento de Cristo, que ya tenemos.
Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

jueves, 3 de noviembre de 2011

Gracia, misericordia y paz.



Cuando Pablito le escribe a Tito, lo hace asumiendo su condición de siervo de Dios y apóstol de Jesucristo y deja, de esta manera, establecida su autoridad; no solo delante de Tito sino delante de todos los hombres. La salvedad y sumisión expresada por Pablito, o por cualquiera de nosotros, en cualquier momento; nos otorga un poder mayor que el que pueda ostentar cualquier mortal sin Dios.
Ser siervo de Dios es un privilegio reservado para unos cuantos y, sin embargo, a disposición de todo aquel que lo quiera recibir; implicando con esto, la disposición de ponerse bajo la voluntad de Dios.
Un siervo de Dios es alguien que permanece atento a los dictados de Dios, que escucha su voz, que lee y escudriña su palabra. Alguien quien consulta, en todo momento, la dirección que deben tomar sus asuntos; alguien quien, virtualmente, no se equivoca y no tiene miedo de hacerlo porque se sabe uno con Dios y con nuestro señor Jesucristo. Alguien, quien puede sufrir la muerte sin menoscabo de su solicitud por seguir sirviendo, dándose a los demás.
La fe, en este caso, juega un papel preponderante que debe ser alimentado constantemente, so pena de debilitarnos espiritualmente y caer por el acecho del maligno, quien constantemente nos requiere, a sabiendas que, por medio de nosotros, la verdad y piedad de Dios se difunden libremente.
Saber, conocer, conceptualizar y hacer nuestra la realidad de la vida eterna, nos otorga una esperanza de vida que se trasluce, sin ningún esfuerzo, en nuestra vida, nuestros pasos, nuestras miradas, nuestra risa, nuestra voz y hasta en nuestro aliento. Hasta el común de la gente lo percibe en nosotros sin ningún esfuerzo y aun cuando no pueden explicar la naturaleza de nuestro buen talante, la realidad es que están frente a un hijo de Dios y eso no puede pasar desapercibido, aunque no abramos la boca. Debemos aprovechar esta circunstancia para la difusión del evangelio entre los inconversos.
Dios no miente, es veraz por antonomasia y nos ha transmitido esta verdad para que nosotros vivamos con la esperanza de despertarnos a una vida nueva en donde la justicia reine en todas partes. El mundo sufre por las injusticias de quienes no quieren escuchar la voz de Dios que reverbera en todos nosotros, los humanos, desde que entramos a la pubertad.
Dios se comunica con nosotros a través del corazón y lo hace para que nadie tenga justificación para excusarse, a la hora del juicio final, diciendo que no sabía que las cosas eran así o que nadie les dijo acerca de actuar con justicia o no. Son nuestros razonamientos quienes nos justificarán o condenarán, porque ellos nos impelen a actuar bien o mal. La esperanza de la vida eterna es un regalo de Dios para todo aquel que quiera escuchar su palabra; no solamente la que nos transmite a través del corazón sino la que está escrita desde tiempos inmemorables. Esa que nos habla de la historia de la humanidad y de cómo el hombre fue constituido sobre la Tierra; de cómo el pecado entró en el mundo y de cómo podemos sustraernos de su fatal influencia.
Quien oye la voz de Dios, en su corazón, tiene el deseo de escudriñar las profundidades de Dios y recrearse, con admiración y gratitud, de todo aquello que Dios ha hecho a favor del hombre y de cómo la grandeza de su amor se manifestó a los hombres en la persona de Cristo; de cómo los suyos (el pueblo de Israel) no lo recibieron; de cómo lo mataron, crucificándolo; de cómo resucitó de entre los muertos; de cómo subió a los cielos; de cómo adoptó a su nuevo pueblo (los cristianos) desechando a los israelitas. Tantas, tantísimas cosas son las de Dios y tan grande es el solaz que podemos darnos con ellas que, una eternidad, pareciera poco para regocijarnos de la excelencia de su magnanimidad, amor y poder; porque Él mismo excede la propia eternidad.
La encomienda de la predicación de su palabra, es un reto que debemos aceptar, porque, en su consecución, encontramos la esperanza de vida eterna también.
Hay que reconocer siempre a quienes se destacan en la práctica de la fe pues, estos, se constituyen, por antonomasia, en columnas de la Iglesia de Cristo y en referencias vivientes de lo que debe ser un cristiano verdadero porque (tristeza me da decirlo) hay quienes fingen serlo, ignorando que acarrean para sí el ardor de la ira de Dios que caerá sobre ellos destruyéndolos en cualquier momento.
Es preferible sufrir el oprobio y la vergüenza, por confesar nuestros pecados, que aceptar el besamanos de quienes se complacen a sí mismos de su incolumidad ficticia. Hay que desear, a todo el mundo, lo que Pablito deseó a Tito, en su primera epístola: Tito 1:4 “…….a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador…….”
Cuando deseamos buenas cosas para nuestros semejantes, virtualmente las estamos deseando para nosotros mismos; porque si mi prójimo llega a tener todas estas cosas, ello va tener un efecto multiplicador que, a la larga o a la corta, será también para mi beneficio.
¿Se ha puesto Ud. a pensar qué sería de nuestro mundo si todos actuaran con gracia, misericordia y paz? Regresaríamos al paraíso y la muerte desaparecería. Es por esto que nuestro Señor Jesucristo resucitó y todos los que creemos en Él también resucitaremos. ¿Estás entre nosotros?.......
Reflexionemos sobre el significado profundo de la gracia, la misericordia y la paz, y deseémosla a todo el mundo, principalmente a los que están cerca de nosotros.
Una de las mejores formas como podemos constituir en nosotros aquel amor que, de manera espontánea desea gracia, misericordia y paz; la conseguimos cuando nos sustraemos de la corriente de este mundo, que marcha en tropel, deseando para sí con ambición y codicia, los bienes de este mundo. Hay que estar contentos si tenemos sustento y abrigo, y debemos huir del maligno deseo de hacernos ricos. 1 Timoteo 6:11 nos dice: “…….Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre…….”
Los quiero mucho. Que Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente, en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

miércoles, 2 de noviembre de 2011

De la mano de Dios.



Para los que creemos en Dios y buscamos profundizarnos en su conocimiento, es menester  también profundizarnos en la meditación de dichos conocimientos. Debemos atender  la voz de Dios cuando se expresa por medio del corazón al evocarnos pasajes, textos y contextos que afloran de manera natural en nuestra mente, cuando ya las hemos leído con anterioridad y mejor si las hemos estudiado y meditado. Evidentemente que no podremos evocar nada que no hayamos leído previamente. Somos nosotros los que nos tenemos que acercar a Dios primero, porque fuimos nosotros quienes nos alejamos de Él cuando nos tenía en su seno, cuando éramos niños. Si nos acercamos a Dios, de alguna manera, tendremos la seguridad que Él se acercará a nosotros, tal como nos lo asegura Pedrito en Santiago 4:8 cuando nos dice: “…….Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones…….” Una de las mejores formas de acercarnos a Dios, naturalmente, es por medio de la lectura de su Palabra. La certificación y/o comprobación que Él está cerca de nosotros es, precisamente, que cuando al evocarlo o al hacernos una conjetura sobre cualquier tópico, Él acude a nosotros y nos asiste dándonos el querer como el hacer; tal como lo dice Pablito en Filipenses 2:13 que a la letra dice: “…….porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad…….” Esto es extraordinario y no debe ser pasado por alto por ningún mortal, ya que si es el caso (y lo es) que Dios puede inspirar todos nuestros deseos y nuestros movimientos, quiere esto decir que podemos conducirnos, en la vida, virtualmente cogidos de su mano. ¡Albricias! Qué magnífico, qué increíble, qué apoteósico. Esto equivale a decir a que podemos tomar todas las decisiones del resto de nuestra vida, sin equivocarnos. ¡!!!!!!AAAAAAAHHHHHHH!!!!!!! Qué alegría me produce esta consideración, qué gozo tan inefable, qué gran esperanza, qué poder, qué exaltación. Yo quisiera que todos vosotros sintáis como yo, porque es mejor que no sentir nada; y si así fuere, realmente todo cambiaría.
Una clave, acerca de las manifestaciones históricas de Dios, la podemos encontrar en Hebreos 1 que a la letra dice: “……Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos…….”
Siendo que Dios nos habla ahora por medio de su hijo Jesucristo, quiere decir esto que ya no nos habla como nos hablaba en el pasado o, mejor dicho, como les hablaba a quienes fueron su pueblo, por medio de los profetas.
Como todos sabemos, los judíos mataron a nuestro Señor Jesucristo porque no pudieron soportar que alguien viniera en el nombre de Dios a restablecer lo que ellos, como pueblo, habían perdido delante de Dios y Dios, enfadado con la actitud de quienes eran sus hijos, hizo que Cristo resucitara y desechando a Israel como su pueblo, se hizo de un nuevo pueblo celoso de buenas obras, tal como reza en una oración que Pablito le escribiera a Tito, hablando de Jesús, en Tito 2:14 “…….quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras…….” Dios, a través de Cristo, ha purificado, purifica y seguirá purificando a su propio pueblo. Los judíos actuales no pueden creer que hayan matado al Hijo de Dios y que aún lo sigan matando con sus malas acciones, como también lo matan quienes no obedecen el dictado de la conciencia que Dios ha puesto en el corazón de cada mortal, sean judíos o no.
Fue un gran privilegio que Dios escogiera al pueblo de Israel para hacerlos depositarios de su voluntad desde los albores de la historia de la humanidad, pero ellos no supieron estar a la altura de esta circunstancia y se revelaron una y otra y otra vez, a través de la historia, hasta que finalmente mataron a su Hijo.
Una de las grandes desobediencias históricas del pueblo de Israel y que tiene consecuencias hasta nuestros días, fue la de no obedecer, en no hacer pacto ni mezclarse con los que moraban en la tierra prometida de Canaan. Esta tierra abarcaba desde el mar Mediterraneo hasta el río Éufrates. Es decir, desde el río Nilo en lo que, hasta hoy, es Egipto; hasta el río Éufrates, que parte a Irak en dos. Entre estas dos distancias se encuentran, total o parcialmente, los estados de Egipto, Jordania, Palestina, Israel, Líbano, Siria, Jordania, el norte de Arabia Saudita, Irak y Kuwait. Durante el reinado de Salomón, todos los reinos de este territorio fueron sometidos a Israel como lo podemos ver en 1 Reyes 4:21 que dice: “…….Y Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el Éufrates hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto; y traían presentes, y sirvieron a Salomón todos los días que vivió…….” Si el pueblo de Israel no se hubiera corrompido como se corrompió, otra hubiera sido la historia que estaríamos contando hoy. La confirmación más fehaciente que el pueblo de Israel ya no es el pueblo de Dios, es que perdieron todo aquello que Dios les había dado. Dios mismo se los quitó.
Una de las razones por la que niegan a Cristo como el Mesías, es que eso significaría renunciar a sus pretensiones de reconquistar aquello que perdieron. Ellos esperan un Mesías que los ayude en esa reconquista y trabajan en ello, virtualmente, desde que mataron a Cristo y no cejarán hasta expulsar a las naciones que hoy ocupan esos territorios. Craso error. Están arrastrando al mundo a una hecatombe inevitable y todo por una mala hermenéutica.
Reflexionemos acerca de la necesidad de manejar nuestras vidas bajo la sombra del omnipotente. No seamos necios haciendo las cosas que a nosotros nos parecen convenientes sino a las cosas que se sujetan a la voluntad de Dios.
Los quiero mucho. Que el señor Dios todopoderoso los bendiga en el nombre de nuestro señor Jesucristo…….

martes, 1 de noviembre de 2011

Venidos a menos.



Cuando cualquier persona es venida a menos, lo es por causa de que, por algún avatar de la vida, es colocada por debajo de la consideración que de esta se tenía dentro de su comunidad y/o sociedad. Frente a este tipo de circunstancia, dependiendo de nuestra interrelación con ella y/o de la constitución de nuestro corazón, tendremos algún tipo de reacción que, indefectiblemente, se ha de circunscribir entre la indiferencia olímpica y la absoluta solicitud por restaurarla al lugar de donde cayó, pasando por la conmiseración verbal o mental, que por ende, banal; al no resolver absolutamente nada. Es probable que, casi todos, hayamos escuchado y hasta quizá hayamos dicho, a penas, un “…….si pues, qué pena…….” Cuando escuchamos que algún conocido ha caído en alguna desgracia. Es muy cierto que no podamos hacer, absolutamente nada, por nuestros semejantes, en algunas circunstancias; pero en aquellas en las que podemos dar, aunque sea una palabra de consuelo es importantísimo el hacerlo para no caer en descrédito delante de Dios y volvernos en amantes platónicos o de pacotilla.
Bien nos dice Juanito en 1 Juan 3:18: “…….Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad…….” Esto requiere resoluciones que nos conduzcan a la acción directa, vanguardista y militante; dejamos de ser cristianos intelectuales para constituirnos en lo que Dios quiere y anhela de nosotros; que seamos personas dispuestas a dar su vida por los demás como Cristo lo hizo por nosotros. Marcos 10:45 nos dice: “…….Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos…….”
En esta circunstancia, ninguna mejor lección de amor al prójimo que la prodigada por Jesucristo con “el buen samaritano” en Lucas 10:25-37. Lo primero que podemos ver, en aquella lección, es la intención de aquel intérprete de la ley de justificarse delante de Jesús y de los demás, haciéndose el morlaco, cuando le pregunta para justificarse (como si no supiera): “…….¿Y quién es mi prójimo?.......” Lo lamentable en nuestros tiempos, es que existan personas que ni siquiera se hacen la tal conjetura; en otras palabras, hay gente que vive su vida y la palabra “prójimo” ni siquiera figura en su diccionario, por lo menos para efectos de prodigar amor.
Más lamentable aun, es cuando esta situación la vemos dentro de la Iglesia. Sucede cuando cualquier hermano es traído a menos, por cualquier circunstancia y, la mayor de las veces, la gran mayoría ni se inmuta ante la presencia de aquel prójimo y lo relega a un segundo plano. El conocimiento de cualquier adversidad que pueda acontecer a quien sea, tiene una motivación que nos atañe y esta se refiere, casi siempre, al deseo de Dios de brindarnos una oportunidad de fomentar el crecimiento de nuestra misericordia hacia los demás. Nunca debemos soslayar este tipo de oportunidades que nos son ofrecidas por Dios para hacer el bien; ya que una vez perdida, la misma no regresará. Junto con esa negativa acarreamos la tristeza de Dios porque, al negarnos a hacer el bien, pecamos; como dice Santiago 4:17: “…….y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado…….” Todos podemos recordar aquella frase popular: “…….pero yo no le hago mal a nadie…….” Ahora sabemos que no solamente es necesario dejar de hacer el mal sino que hay que hacer el bien. La identificación de nuestro prójimo no debe ser solamente un ejercicio intelectual sino que debe ser práctico. Muchas veces podemos hacer el bien a nuestro prójimo sin ni siquiera conocerlo; como cuando, por ejemplo, cerramos la cañería que derrama agua en un lugar público, cuando recogemos unas piedras que obstruyen un camino o cuando sembramos un árbol en un parque. La repercusión mundial que pudiera tener que cada uno de los seres humanos, de este mundo, amara a su prójimo como a sí mismo; establecería un parangón, sin precedentes, en la historia de la humanidad. Para comenzar se acabarían las guerras en el mundo y nadie se moriría de hambre. Todos viviríamos en armonía y se acabaría el egoísmo, la delincuencia, las enfermedades serían combatidas, todos nos haríamos regalos los unos a los otros. Los amaneceres serían más esplendorosos y el universo cantaría con nosotros la gloria de Dios. ¿Por qué algo tan sencillo se nos escapa de las manos? Dejar de hacer lo malo y empezar a hacer lo bueno no requiere de mayores esfuerzos porque tenemos la ayuda del Espíritu Santo de Dios que nos asistiría desde el primer momento. Puedo entender que nos equivoquemos en el intento de hacer lo mejor por la vida y puedo entender que nos equivoquemos una y otra y otra vez, durante años; pero es incomprensible que existan personas que se equivocan hasta el fin de sus días y no tienen justificación que así lo hagan porque, de ninguna manera podemos escamotear nuestra responsabilidad frente a Dios. La conciencia que Dios nos ha dado a todos es la que nos justificará o nos condenará porque Dios habla a través de ella, aunque al hombre no le guste ni le haga caso.  Dice Pablito en Romanos 2:15 “…….mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos…….” La obra de la ley está escrita en los corazones de todos los hombres; sin excepción. Si una persona razona que va a hacer un mal, y lo hace, ese razonamiento lo condena delante de Dios.
No es posible que existan personas que hagan el mal hasta su último suspiro y no tengan consecuencias la comisión de sus pecados. Cualquier nimio razonamiento humano, sobre nuestras malas acciones, nos llevará, indefectiblemente,  a la conclusión que no es posible salirse con las suyas sin pagar las consecuencias de una vida de disolución. ¿A qué juegan los que mal hacen en esta vida? ¿Se burlarán de Dios eternamente? ciertamente que no; finalmente sus pecados los alcanzarán, tarde o temprano. Dios es supremamente bueno y misericordioso, pero también es soberanamente justo y no permitirá que el malo prevalezca.
Reflexionemos acerca del amor o desamor que prodigamos a nuestro prójimo porque vamos a rendir cuentas de nuestros actos delante de Dios.
Que Dios bendiga su palabra en todos Uds. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Los quiero mucho…….