En el capítulo 9 de la segunda carta de Pablito a los Corintios, les explica (inspirado por el Espíritu Santo) de manera prístina, algunas condiciones ineludibles que nos alcanzan luces al respecto. Aunque es cierto que la ofrenda de la que trata Pablo, en su escrito, es de carácter especial; no es menos cierto que las mismas condiciones, a las que alude, bien se pueden y se aplican -sin desmedro del Espíritu- a toda ofrenda que hagamos dentro de la Iglesia. La clave en la que debemos meditar está en el versículo 7 que reza: ".......Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre......." Al decir esto Pablo, como lo dice; establece un parámetro en el que la ofrenda ha de ser de carácter voluntario y jamás impositivo; en otras palabras: Nadie debe sentirse obligado a ofrendar.
Cuando alguien es (de alguna manera) obligado a ofrendar; ya no puede hacerlo con la recomendación de Pablo de: ".......Cada uno dé como propuso en su corazón......." con lo cual pasaría por alto una instrucción inspirada por el Espíritu Santo. En seguida recomienda que sea: ".......no con tristeza......." y lo hace a sabiendas que cuando alguien tiene la imposición de ofrendar y no puede alcanzar la imposición establecida, se frustra y, forzosamente, se va a entristecer; bien sea por tener que dar lo pactado -sacrificando sus intereses- o por no hacerlo o hacerlo a medias. Cuando uno se somete a un pacto de dar una suma impuesta, ese pacto lo esclaviza y lo sojuzga sintiéndose en la necesidad de dar; cuando Pablito recomienda todo lo contrario. Él nos dice que no lo hagamos por necesidad; Dios quiere que lo hagamos libremente, bien sea que lo demos todo o una parte.
También, a sabiendas que una de las advertencias -dentro del contexto- es: ".......El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará......."; hay quienes se imponen, a sí mismos, la necesidad de ofrendar con la mira de "segar generosamente" y es entonces que dejan de ofrendar con liberalidad, pensando en el beneficio que van a obtener por hacerlo; cuando este "beneficio" jamás debe ser nuestra motivación para ofrendar sino, más bien, la de ofrendar para beneficio de los santos que trabajan por la obra y los pobres.......
Finalmente, el dador alegre es aquel que da con alegría natural; sin pensar en que tiene la "necesidad " de dar, o que va a dar pensando en recibir algo a cambio. En todo caso, no hay mayor ni mejor recompensa que aquella de recibir el amor de Dios por causa de haber dado y dar nuestras ofrendas con alegría, felicidad e incondicionalmente, bien sea que demos todo nuestro haber o que demos muy poco.......