Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

martes, 7 de diciembre de 2010

El Señor es nuestra salvación.


“…….Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?.......Salmos 42:2. Todos nos presentamos, de una o de otra manera, delante de Dios; bien sea que le invoquemos o bien sea que no. Como quiera que sea, siempre estamos en su presencia; para bien o para mal. Sin embargo, en la invocación, hay una manera válida y otra inválida; es decir, una errada y sin valor y otra acertada y efectiva. La diferencia, en la invocación a Dios, la establece la persona en el nombre de quién la hacemos, y en este caso, la correcta, es la de El Rey de los judíos. No piense, aquel que invoca a Dios, que será escuchado sino cumple con el requisito de hacerlo en el nombre de El Rey de Israel.
Hay miles de millones de personas que invocan a Dios sin usar el nombre de quien es  La resurrección y la vida y de esta manera desprecian a aquel que vertió su sangre por nosotros. Invocar a Dios en el nombre del Cordero sin mancha y sin defecto es asegurar la recepción de nuestro ruego y si el mismo es noble, su consecución. La metáfora que usa el salmista, de la palabra sed; nos habla del paralelismo que existe, entre la necesidad -de Dios- que tiene nuestra alma, en comparación con la que tiene nuestro cuerpo, de agua. Tener sed como hambre de Dios, es anhelar constantemente, diariamente y en todo momento, la presencia de nuestro Dios; porque estando Él siempre a nuestro lado, nos da la garantía de andar bajo sus preceptos en toda circunstancia y nos asegura su complacencia.
El Dios vivo es la conceptualización real de la presencia constante de Dios en nuestras vidas. Es importantísimo hacerlo patente en todas las instancias porque eso nos concede armonía con nuestro entorno y nos da la empatía que necesitamos para nuestra interrelación con la humanidad. Conceptualizar un Dios circunstancial y/o antojadizo no le conviene a nadie, porque andar fuera de Él es romper nuestra armonía con nuestro entorno; es volver dificultosas nuestras relaciones con los demás; es entorpecer la voluntad de Dios, es hacerse desgraciado. Nadie, en su sano juicio, quisiera estar fuera de la gracia de Dios, pero hay quienes, a pesar de ello, reniegan de su presencia y lo hacen pasar a un segundo plano o lo desaparecen.
Los tiempos que nos toca vivir son muy especiales porque las contingencias, que a diario se nos presentan, nos demandan de mayores y mejores respuestas que, muchas veces, desbordan nuestras capacidades. Es, en esta instancia, en las que la sed y el hambre de Dios se hacen más elocuentes y encontrarnos desvalidos, de una eficiente comunicación con Dios, nos pone en desventaja. El Señor es nuestra salvación y acudir a Él es atinado y corresponde a quienes queremos andar con responsabilidad nuestras vidas. No nos dejemos engañar, si no invocamos a Dios en el nombre de El soberano de los reyes de la tierra, no habrá respuesta.