Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

sábado, 16 de octubre de 2010

“…….amado mío…….”


Muchos son aquellos en quienes se ha depositado el amor de otros, mas de todos ellos, el más amado es, sin lugar a dudas, nuestro señor Jesucristo. Objeto del amor puro de su Iglesia, en quien se recrea formando y recorriendo vericuetos de armonía en la subliminación de sus sentimientos. Amar a Cristo es amar a Dios y visceversa; no amarlo es no haber conocido, nunca, el verdadero amor. Él nos ha amado desde el principio, nos ama hoy y no dejará de amarnos nunca porque nunca nos ha dejado de amar. El libro de Cantares, en la Biblia, nos relata el desarrollo de un amor puro entre dos jóvenes; su inclusión en el Cánon es la voluntad de Dios para que veamos la pureza del amor cuando tengamos que compararlo al descubrir la metáfora de la novia de Cristo como la Iglesia.
El más sabio de todos los sabios que sobre la tierra han; escribió el Cantar de los Cantares y en él describe, también, el sentimiento puro de la mujer hacia el hombre y en uno de sus versos dice Salomón, en lugar de la novia: “…….He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; nuestro lecho es de flores…….” Cantares 1:16. El ejercicio de extrapolar los versos de Cantares como si fuera la relación de Cristo y su Iglesia, es la mejor manera de conceptualizar el amor mutuo que nos profesamos Cristo y su Iglesia. Pero no tergiversemos los conceptos más allá de lo necesario o permitido. Nuestro señor Jesucristo nos invitó a amar a Dios por sobre todas las cosas del mundo, de modo que no podemos ir más allá sin quebrantar sus mandamientos. Nuestro amor a Dios debe ser más grande y esperar en Él.
Cristo, el judío maravilloso, cumplió su misión a cabalidad y gracias a Él, nosotros, los que no éramos pueblo, nos constituimos en el pueblo de Dios y esperamos su retorno como lo prometió. Tenemos miles de cosas en qué pensar y qué hacer, esperando su retorno pero, de las más sobresalientes, la meditación que le dispensamos, tratando de comprender a cabalidad la clase de amor que nos tiene y el gozo que sentimos al hacerlo, se convierte en regocijo que mantiene nuestra expectativa a tope. Recrearnos en lo fue su vida es un ejercicio constante que lo hacemos con naturalidad puesto que, en cada momento, lo evocamos como objeto preciado de nuestra vida. Todas las contingencias de la vida se resuelven en Él.
Él siempre está con nosotros por medio del Espíritu Santo de Dios y aunque todos nos abandonen, Él siempre permanece a nuestro lado infundiéndonos coraje y pundonor cuando estamos abatidos; gracia y alegría cuando el mundo se hunde a nuestro lado. Nos susurra lo mejor que podemos hacer y nos defiende del ardor de satán cuando pretende embaucarnos con su tentaciones que, al día, son mil. Estar en la gracia de Dios es un beneficio inefable que nadie podría explicar aunque viviera eternamente. Hay que sentirlo, hay que sopesarlo, hay que involucrarse en su gracia. Cuando venga entre las nubes será recibido por su novia, la Iglesia y nos fundiremos en uno con Dios para la eternidad. Nada en el mundo nos detendrá…….