Recuerdo muy bien que, cuando yo era niño, las personas mayores nos recitaban una frase que después yo también se la recité a mis hijos, “sobrinos” y demás; esta decía: “.......adivinanza, adivinanza ¿qué tiene el rey en la panza?.......” y el que la recitaba, casi siempre, tenía una sorpresita en la mano cerrada, haciendo puño y se lo mostraba a los niños que atendían, para dársela a quien adivinaba.
Un juego, como muchos, inocente, trivial, baladí; sin perjuicio moral. Otra cosa, muy diferente, son aquellas adivinanzas en las que, las mismas, ya no son un juego sino, más bien, algo muy pero muy serio; adivinanzas en donde comprometemos nuestra moral, nuestra fe, nuestras creencias, nuestra razón y lo peor de todo, muchas veces, nuestro dinero.
En el primer siglo de nuestra era, los apóstoles de Cristo tuvieron la siguiente experiencia, narrada en Hechos 16:16: “.......Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.......” Este espíritu fue arrojado fuera de esta muchacha y con él, la esperanza de ganancia de sus amos. La consecuencia final fue que, Pablo y Silas fueron arrestados injustamente.
Alrededor de la adivinanza circunvalan muchísimas motivaciones pero las más destacadas son aquellas que se refieren a las adivinanzas alrededor del amor, la salud y la economía. Con la adivinanza, el hombre pretende adelantarse al futuro y quiere sacar ventaja de este “privilegio”. Gastar dinero, con la pretension de adivinar algo, es una injusticia y por lo tanto, un pecado, porque, según 1 Juan 5:17: “.......Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.......” Si dispensamos un solo centavo para adivinar “algo” en los juegos de azar, horóscopos, “enlaces” de amor o en toda aquella retahíla de cosas que giran alrededor de las adivinanzas; pecamos. Si, en vez de dispensar nuestro dinero en cosas útiles, las gasto en adivinanzas, peco.
En el mundo se gastan, diariamente, millones de millones de dólares en asuntos periféricos a las adivinanzas y si Ud. es parte de esa dispensasión, Ud. está pecando y no tiene justificación, porque no existe. Si los millones de millones de dólares, que se gastan diariamente, en los asuntos relacionados con el azar, fueran canalizados para dar de comer a los hambrientos; entonces estaríamos hacienda justicia y seríamos vistos con beneplácito por Dios. Pero esa no es la realidad; la gente sigue gastando su dinero en “adivinanzas” y los hambrientos siguen muriéndose de hambre en el mundo cada día.
Antes que este mundo se queme -porque de que se quema, se quema- necesitamos ser encontrados incólumes en nuestra relación con Dios; porque en el día del juicio no habrá ningún tipo de excusas para salvarse de la condenación que acarrea actuar con injusticia, en nuestra vida, en este mundo.