Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 17 de septiembre de 2010

“.......todos vienen a él.......”


Desde el primer momento en que nuestro señor Jesucristo hizo su aparición pública en Palestina, no ha dejado de menguar. El brillo de su personalidad es atractivo para propios y extraños. Él deslumbra desde el interior de su ser y nos expresa la voluntad de Dios acerca de cómo debe ser constituido el ser humano. Él mismo y en sí mismo se representa como hombre hasta el punto en que, en lo paradigmático de los humanos, no se puede establecer un parangón mayor.
Teniendo la premisa de la presencia de Cristo en la humanidad, somos impelidos, querámoslo o no, a establecer una relación con Él. Todas las relaciones que se establecen con Jesucristo son a través del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo, que es Dios, habla con nosotros por medio de la conciencia; instruyendo a todo hombre a actuar como Cristo. El mismo Espíritu Santo que actuó con Jesucristo es el mismo Espíritu Santo que actúa con todos los hombres y es por eso que el hombre no tiene justificación por sus malas actuaciones. Dios le advierte al individuo de lo contraproducente de sus malas acciones y lo reprende después de cometidas.
En este punto, entonces, podemos establecer que, finalmente, es el hombre quien toma las desiciones que conducen sus pasos por el derrotero de la vida; el hombre es el único responsible del estado de su salud espiritual, donde quiera que este se encuentre, en este mismo momento. Hay millones de estados espirituales en los que se puede encontrar el hombre, tantos como el número de habitantes del mundo, pero uno solo aquel en que el hombre establece una relación de verdadera comunión con Dios y este es el estado ideal máximo al que puede llegar el hombre en su conjunto. Lo contrario, es decir, lo horrendo, es cuando el hombre cae en el lado opuesto del estado ideal para sumergirse en lo que muchos han dado a llamar, no sin razón: “.......un infierno.......”
Tal es la personalidad de Cristo que, apenas empezado su ministerio, la gente venía Él, como se relata en: Juan 3:26 “.......Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.......” Hoy sigue bautizando y la gente sigue viniendo a sus piés, pero también, como en ese entonces, hay quienes lo rechazan y no le dan ni una sola cabida a lo largo de sus vidas.
El reconocimiento de lo bueno y de lo malo es de carácter antropológico. En todas las culturas, los hombres saben lo que es bueno y lo que es malo, nadie se los tiene que decir; el pensamiento, acerca del significado del bien y del mal, es inherente a la humanidad; es con esta inherencia que el hombre actúa dentro de la sociedad y establece lo que “mejor” le parece; pero en este ejercicio hay quienes destacan por lo malo que hacen y no por lo bueno. Finalmente y en este orden de ideas, está establecido que sobre la Tierra prevalezca el mal, hasta que Cristo venga.