La Palabra de Dios

Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 13 de enero de 2012

Proceder a un arrepentimiento


Los cristianos verdaderos (porque los hay falsos) debemos tener una predisposición natural de adaptarnos al devenir de nuestra vida, bien sea que nuestras limitaciones naturales sean  probadas hasta el paroxismo o bien sea que se nos otorgue holgura en la consecución de nuestras metas; siempre debemos tener fija nuestra mirada en Cristo porque, al hacerlo, demostramos nuestra dependencia absoluta en el autor de la vida y desechamos especular sobre las motivaciones de quienes nos rodean, cuando nos hacen cosas buenas o malas, así no atribuimos a Dios despropósito alguno en el devenir de nuestra existencia.

Cuando las acciones de los demás, para bien o para mal, nos afectan de una o de otra forma, debemos asumir, siempre, una actitud positiva frente a toda contingencia que nos toque experimentar. Si nos toca padecer, debemos sufrir con estoicismo nuestra desgracia, a sabiendas que nuestras almas se encuentran en las manos de Dios. Si nos toca gozar, prorrumpiremos jubilosos con algarabías y regocijos; agradeciéndole a Dios nuestra buena fortuna.

Con la presuposición que los cristianos andamos impolutos por esta vida, no debemos entonces preocuparnos cuando las desgracias nos alcancen; porque nos alcanzan debido a que Dios pone a prueba nuestro corazón y no por causa de algún pecado nuestro; aunque siempre será bueno examinarnos a cada paso. Dice 2a a los Corintios 13:5 “…....Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?.......” Lejos de lamentar nuestra desgracia, tratemos de sublimizar lo que nos acontece como desgracia, agradeciéndole a Dios que seamos probados; hacer lo contrario, es contraproducente.

Si es el caso que tenemos la seguridad que somos reprendidos por Dios por causa de nuestros pecados, será mejor proceder a un arrepentimiento sincero que logre redargüirnos profundamente de nuestra conducta y debemos sufrir con humildad las consecuencias de nuestros pecados. Siempre las cosas pueden ser peor que una simple o una compleja reprensión. Recordemos que hay quienes se han muerto en flagrante delito en la mismísima comisión de sus pecados y esto, muchas veces, después de haber sufrido numerosísimas reprensiones de parte de Dios, las cuales no fueron tomadas en cuenta por el que murió sino que, después de sufridas, se empecinó en seguir cometiéndolas. No es que Dios no tenga paciencia con nosotros, lo que sucede es que se le acaba cuando nosotros dejamos de obedecer. Realmente hay quienes se burlan de Dios pero debemos recordar que Dios no puede ser burlado.

Fijémonos que Pablito, en Filipenses 4:10-20, se goza más de la práctica del cuidado que tienen por Él los hermanos de Filipos que de la ayuda en sí misma. Si estamos en aprietos económicos y alguien nos extiende la mano para ayudarnos, de cualquier manera, nuestro gozo debe provenir de la predisposición del corazón de quién o quienes nos ayudan y no de las cosas que suplen nuestras carencias ¿no es esto más apropiado? -10 En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.-

Debemos tener contentamiento, cualquiera que sea la posición económica que nos toque vivir. La pregunta es: ¿estamos contentos por ser cristianos o por tener bienes, posiciones, posesiones o poder? Ciertamente que nuestro gozo proviene por el don recibido de Dios en Jesús y este gozo no debe menoscabarse por tener más o menos. -11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.-

Entonces convenimos que tenemos una fuente primordial de poder en donde convergen todas nuestras necesidades, angustias e ilusiones y de donde provienen nuestras ganas de vivir; un lugar en donde nos recreamos y soslayamos con confianza, a sabiendas que todo, virtualmente, nos debe, tiene y puede salir perfecto. -13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.-

Según la madurez de cada cual, en el cristianismo, tenemos o no tenemos sensibilidad por lo que acontece a nuestro alrededor, especialmente por el sufrimiento de nuestros semejantes y más por el de los cristianos. Pablo reconoce la madurez de los filipenses y aunque no la compara con las de otros cristianos, si hace la salvedad de decir que solo ellos lo ayudaron por aquel entonces. No podemos deducir si los hermanos de otras congregaciones, pasado el tiempo, también hayan tenido la misma solicitud por el cuidado de Pablito, esperamos que sí. En todo caso, lo importante sería alcanzar esa estatura, más temprano que tarde. -14 Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. 15 Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; 16 pues aun a Tesalónica(A) me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.-

Pablo les vuelve a reiterar, y nos reitera a nosotros, que no tiene tanto interés el valor intrínseco de lo que demos o recibamos sino, más bien, el hecho mismo de dar, ya que tal hecho se enmarca en la profesión de dar, como fruto natural del amor por nuestros semejantes, máxime si estos son cristianos; nuestros hermanos. -17 No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. 18 Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.-

Queda establecido, pues, que frente a las necesidades y carencias materiales de los creyentes, la providencia de Dios no se hace esperar para suplirnos de lo necesario para nuestra subsistencia, bien sea por mano de unos o de otros; de manera que no vale entretener demasiadas angustias o pesares por nuestras carencias sino que, más bien, debemos tener la confianza del caso en la medida con la que adoraramos a nuestro Dios en espíritu y en verdad. -19 Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. 20 Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.- La gloria siempre ha sido, es y será de Dios y de su hijo Jesucristo.

Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......

sábado, 7 de enero de 2012

Meditemos profundamente


La Real Academia Española de la lengua dice de concupiscencia: “…….apetito desordenado de placeres deshonestos…….” Y la Biblia nos dice, en referencia a cómo deben ser tratadas nuestras mujeres: “…….no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios…….” 1 Tesalonicenses 4:5. Aclarados los conceptos, hemos de reflexionar si podemos tener ciertas libertades de hacer con nuestras mujeres como queramos, en lo referente al sexo. En las relaciones sexuales con nuestras mujeres, es conveniente seguir los mismos principios de cristiandad que nos mueven, diariamente, en nuestro entorno. 

Principios como el amar al prójimo como a uno mismo, como el de darle honor a la mujer como a vaso más frágil, la de tratarlas con toda humildad y mansedumbre, la de soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor. Lamentablemente, muchos hemos visto que hay hermanos que tratan a sus esposas, delante de la gente, muy mal. No vamos a especular que los mismos tengan, necesariamente, que tratar a sus mujeres de mala manera, en referncia al sexo. Lo que sí podemos decir es que, cada cual, tiene la obligación de escuchar la voz de Dios cuando reverbera en nuestros corazones y nos dice, claramente, cuando estamos haciendo mal en nuestras relaciones íntimas con nuestras esposas. Si esto es así, debemos de parar aquellas malas costumbres porque nos llevarán a la perdición, indefectiblemente.

No piense el cristiano que, teniendo el consentimiento de la esposa para realizar o tener placeres deshonestos, ellos no pierden su carácter de tales por aquel consentimiento, no; no hay tal cosa porque un ciego no puede guiar a otro ciego, como dice Jesús en  Lucas 6:39: “…….Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?.......” No hay ninguna justificación para enredarse en placeres deshonestos con nuestros cónyuges y aunque es sencillo encontrar una justificación, no es permitido que lo hagamos porque Dios nunca nos justificará si hacemos lo malo. Si meditamos profundamente en el tipo de relación íntima que tenemos con nuestros cónyuges y si le preguntamos a Dios, honestamente, si ese tipo de relación es aprobada por Él, tendremos una respuesta inmediata y no habrá dudas de ningún tipo.

Si después de la meditación descubrimos que nuestra relación íntima con nuestro cónyuge es honesta, enhorabuena; pero si descubrimos lo contrario, procuremos tomar una resolución inmediata que nos lleve a normalizarla. Una de las perversiones en las que puede caer una pareja de cristianos, en sus relaciones íntimas, es aquella que tiene que ver con el cambio del uso natural de las mujeres por el que es contra la naturaleza; nos lo advierte Pablo en Romanos 1:26 cuando nos dice: “…….Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza…….” La sodomización es un pecado abominable y quienes la practicaron en los tiempos de Abraham recibieron la retribución de sus actos, porque fuego cayó del cielo sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra  para testimonio a nosotros, que aquellos son actos reprobados por Dios.

Tenemos el Espíritu de Dios con nosotros porque le hemos oído con fe y es por eso que Él nos suministra de su Espíritu pródigamente. Las maravillas que de su poder podemos a diario ver, confirman con creces la veracidad de su guía acerca de cómo debemos tratar a nuestras mujeres; especialmente en nuestro trato sexual con ellas. Pedrito nos dice en Gálatas 3:5 “…….Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?.......” Con esta premisa podemos tener la seguridad de saber el modo de tratar con nuestra pareja. Ningún consejero matrimonial lo pudiera hacer mejor en el mundo.

No hay prójimo más próximo a nosotros que nuestra pareja y para empezar a conceptualizar, de una mejor manera, el significado de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, primero nos remitimos a las Escrituras donde Cristo dice en Marcos 12:33: “…….y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios…….” Sabiendo Dios que el primer amor que profesamos, después de amarlo a Él, es el amor a nosotros mismos y sabiendo Él que cada cual se quiere mucho a sí mismo, nos ordenó a que amáramos a nuestro prójimo como lo hacemos a nosotros mismos. No estaría demás recalcar que, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, tendríamos que ponernos en el lugar del prójimo. Cuando estamos casados, nuestro prójimo más próximo, es nuestra pareja y por el amor que le tenemos a Dios y el amor que nos profesamos a nosotros mismos, vamos a procurar hacer con nuestra pareja como a nosotros nos gustaría que nos hagan y es entonces cuando aquilataremos, en su verdadera dimensión, si nuestras relaciones con nuestra pareja son legítimas y honestas.

De todos los servicios que les podemos dispensar a nuestros semejantes, prodiguemos el servicio de tratar bien a nuestra pareja matrimonial, sobre todo en el aspecto sexual; nos lo va a agradecer. Abordemos el tema con discreción, pero con firmeza y meditemos profundamente todos los aspectos necesarios hasta agotar el tema y hasta tener la seguridad que estamos siendo conducidos por Dios. Hagamos buen uso de nuestra libertad sin caer en el libertinaje. Por causa de lo privativo de nuestras relaciones sexuales, existe la tendencia real de caer en excesos, pero tengamos por seguro que, cuando esto suceda, sentiremos la reprobación de Dios por medio del desasosiego en el que caeremos inmediatamente después de cometer el exabrupto.

Cuando nos sintamos impotentes frente a este y otros tipos de contingencia, lo mejor que podemos hacer es esperar en el Señor en oración. Debemos estar completamente seguros que finalmente habrá una intervención prodigiosa de su poder, mediante el cual seremos liberados ¿No son innumerables los ejemplos de su poder a lo largo de las Escrituras? Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro se nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

lunes, 2 de enero de 2012

Carencias espirituales



Hay cosas que, entre los cristianos, deben ser descontadas como conocidas más temprano que tarde y como parte de ellas, lo que en Hebreos 6:1 se dice acerca de: “.......los rudimentos de la doctrina de Cristo.......” Cuando las bases del cristianismo estén bien cimentadas en nosotros y ya no necesitemos que se nos vuelva a enseñar sobre lo mismo, ese va a ser el tiempo y el momento en el que debemos dar un paso cuantitativo, hacia adelante, en nuestra madurez espiritual. Debemos considerarnos a nosotros mismos, en principio, y en la necesidad de los demás, en materia espiritual.

Cuando empezamos a observar la, o las carencias espirituales de cualquier hermano, cuales quieran que estas sean; nunca pensemos en función de nuestra “superioridad”, frente a tales hermanos, porque si ese es el caso, nosotros también estamos transgrediendo con soberbia y vanidad. No es fortuito que nosotros nos enteremos de los pecados de otros; hay un motivo muy claro que nosotros debemos descubrir. Frente a la contingencia de conocer la comisión de cualquier pecado, por alguno de nuestros hermanos, lo primero que debemos preguntarnos, frente a esa realidad, es: ¿Cuál es la voluntad de Dios, para que yo tenga ese conocimiento? Ciertamente que no es para ufanarnos de que nosotros no pecamos de esa manera, no. Lo mejor que podemos hacer es: Remitirnos a las escrituras. Pablito dice en Gálatas 6:1: “.......Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.......”

La presuposición es que: El que descubre una falta, es más espiritual que el descubierto; por lo menos en la transgresión descubierta. A reglón seguido podemos ver que hay una instrucción que debiera ser tomada como mandamiento y ese mandamiento es el de restaurarle y que dicha restauración tiene la condición de ser hecha con mansedumbre. La razón por la que debe y tiene que ser así, es para que nosotros también seamos restaurados, de la misma manera, en el supuesto no negado que caigamos en pecado.

Evidentemente que, al tener mayor conocimiento de la voluntad de Dios, asumimos también mayores responsabilidades y de entre ellas existen algunas como las de dar aliento a quienes lo necesitan; bien sea porque pecaron y necesitan ser restaurados o porque están débiles por cualquier motivo. Esta exortación la hace Pablito en 1 Tesalonicenses 5:11 “.......Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.......” Aquellos que ya están bien arraigados en la fe del Señor y conformados en su amor, deben empezar a edificar sobre sí mismos y sobre quienes los rodean. Debemos entrar en la práctica de este ejercicio, como Iglesia.


La fe en Dios y en la de su hijo Jesucristo, es la base de la constitución espiritual de todo cristiano y mediante ella nos atrevemos, más y más,  a realizar mayores y mejores acciones cada vez; tanto individual como comunitariamente. Tenemos numerosos ejemplos históricos y de entre ellos se destaca la fe que tuvieron los judíos, en Dios, acerca de lo que este haría para que los judíos conquisten Jericó, cuando recién empezaban a entrar a la tierra prometida. En Hebreos 11:30 se nos dice que la fe actuó junto con el querer y el hacer “.......Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días........” No fue una fe esporádica, fue algo concentrado por cientos de miles de personas que creyeron lo que Dios estaba ordenando para obtener los resultados conducentes a la conquista de la tierra prometida. Imaginémonos lo que pudiéramos hacer nosotros si  también nos concertáramos, de la misma manera, para alcanzar los objetivos que nos propusiéramos como Iglesia.

Debemos estar muy atentos con los hermanos más entusiastas de la congregación, sin importar la edad que tengan. Muchas veces encontramos, dentro de las congregaciones, personas de la tercera edad que tienen una disposición extraordinaria para poner el hombro en todas las actividades de la Iglesia. Estos son los que tienen que ser honrados y encaminados en programas que contribuirán con el crecimiento espiritual de toda la congregación. No es en exclusiva que debemos escoger a estas personas, puesto que si los entusiastas son jóvenes, con mayor razón debemos escogerlas.

Judas 23 dice: “.......A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.......” Una de las mejores formas de salvar a los perdidos es, literalmente, arrebatándolos del fuego que los consume y ello se logra por medio del compromiso que tenemos con Dios, porque al estar bien arraigado nuestro compromiso y nuestra fe, no escatimaremos esfuerzos en alcanzar a aquellos que aun no saben nada o saben muy poco de Dios y de Cristo; o que, sabiendo mucho de Dios y de Cristo, tienen el corazón endurecido. Muchas de estas personas no escuchan ninguna palabra, de ánimo sincero, por mucho tiempo y si nos abocamos a prodigárselas, muchos de ellos, tarde o temprano se han de decidir por Cristo por el ánimo y exortación que les dispensamos. En el trato con los desgraciados, consuetudinarios, hay que tener especial cuidado, en otras palabras, hay personas que nunca se van a convertir al cristianismo.

Tenemos la predestinación de participar de la naturaleza divina de Dios y una forma clara de alcanzarla es la que nos dice Pedrito en 2 Pedro 1:3-7 “.......Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor........” Para estar aptos, delante de Dios y de los hombres, para mayores y mejores realizaciones; reflexionemos, debemos considerar que tenemos frente a nosotros una carrera en la que tenemos que competir y en la que tenemos que ganar, alcanzando las metas que se nos imponen.


Los quiero mucho.

Que el señor Dios, todopoderoso, bendiga la palabra en Uds. para fructificarla, en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......

domingo, 1 de enero de 2012

Amémonos


Dice 2 de Juan 1:5: “.......Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.......”

El ruego que el apóstol Juan hace a, aparentemente, María, la madre de Jesús; es uno que impele, a través de los tiempos, no solo a María sino a todos los que leemos, para que reflexionemos acerca de la necesidad perentoria de amarnos los unos a los otros. La singularidad del amor es que es un mandamiento, no es una opción que puede o no puede tomarse, es un mandamiento que tiene que ser cumplido so pena de ser infeliz.

El cumplir los mandatos de Dios no nos molesta ni nos caen pesados, mucho menos podríamos decir que los tales son intolerables. Realmente no nos cuesta nada ni nos produce menoscabo, muy por el contrario, nos favorecen en todos los sentidos. Lamentablemente hay quienes, inclusive, montan en cólera cuando, de alguna manera, tienen que confrontarse con esa realidad. Juanito nos lo dice en su primera epístola, capitulo 5, versículo 3 cuando menciona: “.......Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.......” Descubrimos también, en este pasaje, que la mejor demostración de nuestro amor a Dios es cuando guardamos sus mandamientos y si uno de sus mandamientos es el que nos amemos, pues adelante, amémonos.

Una de las mejores maneras en las que podemos aquilatar el amor de nuestro señor Jesucristo, es cuando reflexionamos acerca de su magnificencia y su poder. Jesús, antes de encarnarse como hombre, estaba con Dios y era uno con Él, de modo que era Él, es decir, era Dios. La gracia de nuestro señor Jesucristo fue la de despojarse de su investidura de Dios. Cristo se despojo de su magnificencia, su poder y su riqueza para venir a esta Tierra a morir por nosotros, por nuestros pecados. Si era Dios, quiere decir que tenía dominio sobre todo y que todo le pertenecía y su amor por nosotros fue tan pero tan grande, que dejo todo por nosotros; se hizo pobre por nosotros y vivió, la vida que vivió, por amor a nosotros. Dice Pablito en 2 Corintios 8:9: “.......Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.......” Siendo Dios y siendo rico no se aferro a esa condición como lo dice Pablito en Filipenses 2:5-8 “.......Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.......” En la historia de la humanidad no existe tamaña manifestación de amor hacia los hombres y, virtualmente, no la habrá. Cuando estamos en pecado, somos hijos del diablo y no podemos hacer nada, por nosotros mismos, para regresar a la condición de hijos de Dios. No hay nada más preciado que ser hijo de Dios y nosotros, los que hemos abrazado la fe de Cristo nuestro señor, hemos sido enriquecidos con la gloria que a Él le pertenecía y no por ello, la misma haya ha sido menoscabada un solo ápice.

En el evangelio de Lucas 11:42, Cristo nos dice: “.......Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.......” No hay nada más triste que pasar por alto la justicia y el amor de Dios. Muchas veces, el hombre se ensimisma de tal manera que, llega a pensar que el mantenerse ocupado en sus rituales es sinónimo de hacer el bien; aunque puede que sea bueno todo aquello que pueda estar haciendo, le puede acontecer lo que a los fariseos que, ocupándose de los rituales, pasaron por alto lo que es más importante para Dios, es decir: El hacer justicia y el recibir el amor de Dios en Cristo Jesús.

Cuando practicamos el amor en todas sus instancias, sintonizamos con Dios directamente y es Él quien toma las riendas de nuestro destino, haciéndonos caminar por su sendero. Cuando el hombre se apodera de esta circunstancia, tiene la confianza en que, todo lo que piense, haga o diga, tendrá la venia de Dios. Amarnos unos a otros es amar a Dios porque presuponemos que todos están en Dios y si todos están en Dios y nosotros amamos a todos; entonces estamos amando a Dios en todos los que son uno con Dios. Ciertamente que no todos los hombres son de Dios pero si, a pesar de ello, nosotros amamos a todos los hombres como si todos fueran de Dios, siempre estaremos viendo la manifestación de Dios en todos y estuviéramos admirando a Dios en todos y esta consideración nos hace aceptos, inclusive, entre los que no tienen a Dios porque se sienten tratados con consideración, como si fueran de Dios.

Pablito declara, con profunda sabiduría, en Efesios 3:14-19 “.......Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.......” El deseo de Pablito es que los efesios y nosotros también, recibamos de Dios fortaleza y que esta fortaleza se manifieste dentro de nosotros con poder con la ayuda del Espíritu Santo de Dios. Él invoca a Dios para que, todos quienes lo escuchamos, hagamos que Cristo more dentro de nosotros, en nuestros corazones. Dios es amor; si Dios y Jesucristo son uno, Jesucristo también es amor. Si nosotros y Cristo nos hacemos uno, entonces nosotros con Cristo y Dios, también seremos amor con ellos. Cuando echamos raíces y construimos en amor nuestras vidas e involucramos a nuestros hermanos en la dispensación de nuestro amor, alcanzamos la plenitud de nuestra capacidad para comprender, como debe ser comprendido y conocido, el amor de Cristo Jesús. Esto está muchisisísimo más allá que el conocimiento secular del mundo; no hay ni punto de comparación. Estar lleno de la plenitud de Dios es regresar a ser la imagen y semejanza de Dios. Dios quiere que seamos perfectos hoy. No lo dejemos con las manos estiradas, amémonos unos a otros y seamos uno con Él.

Los quiero mucho.

Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......


jueves, 10 de noviembre de 2011

Madurez en el juicio.

Dice sobre el juicio, el diccionario de la Real Academia Española, en la primera de sus ocho acepciones: “…….Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso…….”
Siendo el juicio, como es, una facultad del alma del hombre, no podemos sustraernos del imperativo de su uso. Juzgamos, virtualmente, todo, y nada se escapa a nuestro juicio, por lo menos, todo aquello de lo cual tenemos conciencia.
Todos los actos de los hombres son juzgados por Dios y los hombres juzgan sus propios actos y los de aquellos de los cuales toman consciencia. Todos los actos de Dios son buenos pero los de los hombres son buenos y/o malos. Siempre existe una definición en el valor de un acto y eso es por el juicio que le infringimos; todos somos responsables del juicio que emitimos sobre nuestros actos y sobre los actos de los demás, cuando juzgamos. Hay un juicio que es verdadero y ese es el de Dios; si queremos que nuestros juicios sean verdaderamente buenos, tenemos que remitirnos al juicio de Dios para encontrar infalibilidad en la emisión de nuestros juicios.
Dios provee al hombre de la capacidad de saber cuáles son sus juicios, siempre y cuando, el hombre, esté atento a los dictados de Dios en todo tipo de asuntos ya que Dios se los remite a través de la conciencia de cada cual. El hombre siempre escucha los juicios de Dios acerca de lo que debe hacer o no hacer, virtualmente desde que tiene uso de razón y Dios empieza a imputarle sus faltas, como pecado, cuando el hombre escamotea esos dictados, es decir, cuando no les hace caso y cuando eso sucede, su conciencia lo acusa directamente por el remordimiento que siente desde la primera vez. Hay quienes empiezan a saborear las mieles del pecado haciendo caso omiso a los remordimientos que siente y hace como que no los sintiera para cometer con avidez todo tipo de pecado. Cuando el hombre se acostumbra a escamotear la veracidad de los juicios de Dios, empieza a rodar por el abismo de la sinrazón y desemboca en el precipicio de la desgracia.
Una de las cosas que podemos y debemos hacer, cada cierto tiempo, para cerciorarnos del buen camino que hemos escogido, es  el auscultar nuestros corazones por medio de la revisión de nuestro lenguaje ya que, muchas veces, cuando no recapacitamos acerca de lo que decimos, no podemos saber en qué estado está nuestro corazón. No podemos ni debemos hablar por hablar y esto hacemos cuando no meditamos acerca de lo que decimos. El juicio de Dios nos alcanzará por cada palabra ociosa que hayamos vertido y, precisamente, una de las especializaciones de satanás para hacernos caer, es la de tentarnos a decir cosas sin reflexionar. Cuando reflexionamos lo que vamos a decir, estamos invitando a Dios a que apruebe aquello que vamos a decir y si hacemos ese ejercicio desde hoy, pronto nos daremos cuenta que nuestro lenguaje se acomoda más y más al juicio de Dios, de modo que hablamos solo cosas verdaderas. Hay que recordar que en Mateo 12:36 Jesús mismo nos advierte: “…….Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio…….”
En el aprendizaje de las cosas de Dios, hay un tiempo en el que necesitamos avanzar; no podemos estar siempre con la cantaleta de necesitar que se nos esté diciendo, a cada rato, qué es lo que necesitamos hacer, decir o pensar. Debemos considerar que hay, alrededor nuestro, quienes necesitan, más que nosotros, una palabra de aliento, un consuelo, alguien en quién creer y si nosotros, a nuestra vez, no avanzamos con decisión en el conocimiento de la verdad, somos, entonces, de los que retienen la verdad con injusticia y la ira de Dios se cierne contra nosotros, como dice Pablito en Romanos 1:18: “…….Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…….” No solamente retenemos la verdad para nuestro beneficio sino que también se la retenemos para el beneficio de todos aquellos que nos podrían escuchar referirlas a partir del momento en que nosotros la recibimos.
Las cosas básicas del Evangelio, que en Hebreos 6 se las llama [muy apropiadamente] “…….rudimentos de la doctrina de Cristo…….”, deben pasar a un segundo plano como objeto de estudio profundo para que, de esa manera, ir adelante a la perfección y al alcance de lo que significa juicio y muchas otras cosas más, entre los cristianos. El juicio eterno de Dios, que en Hebreos 6:2 se hace mención, es uno de los indicativos, a partir del cual, podemos perfeccionar el ejercicio de nuestro juicio. Todas las otras menciones de la palabra juicio, también tienen que ser analizadas. Hay lugares en los que la palabra “juicio” no se menciona y, sin embargo, se ejerce muy claramente; es nuestro deber el dilucidarlas como Salomón nos lo dice en Proverbios 25:2 “…….Gloria de Dios es encubrir un asunto; Pero honra del rey es escudriñarlo…….” ¿No somos, acaso, reyes y sacerdotes?
Tenemos que establecer, entonces, que existen dos tipos de juicio: El de Dios y el de los hombres. Sabemos, por antonomasia, que el juicio de Dios es verdadero y el del hombre lo es, en la medida en la que se alinea con el de Dios. Cuando esto no sucede, se producen las injusticias. Pablito fue llamado a juicio y sometido a la cárcel injustamente, como lo podemos ver en: Hechos 26:6
“…….Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio…….” No nos llame la atención si nosotros, por cosas menores de las que Pablo fue acusado, seamos vilipendiados como delincuentes, siendo justos.
Muchas veces, por causa de las tradiciones y las costumbres que tuvimos, antes de ser cristianos; tomamos como normales ciertas actitudes que, en realidad, no lo son. Si nos remitimos a Mateo 5:22, podemos ver lo que Cristo dijo referente a esta realidad: “…….Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego…….” Si nos analizamos, podemos ver cuánto nos hemos perfeccionado en el camino de Dios.
Los quiero mucho.
Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre de nuestro señor Jesucristo; quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

La dependencia que tenemos de Dios


Todas las personas, en la historia de la humanidad, han dependido de Dios, para bien o para mal y todas las personas, hoy, dependemos de Dios por lo mismo, querámoslo o no. No hay ni una sola persona que no dependa de Dios. Dicho en otras palabras, nadie ha sido, es o será independiente de Dios. Esta dependencia de Dios, entonces, tiene dos connotaciones: Una consciente y otra inconsciente; porque existen personas que no saben que dependen de Dios y habemos personas que sí sabemos que dependemos de Dios. Lógicamente que, la dependencia consciente de Dios es la que sí sabe que depende de Dios y la inconsciente es la que no sabe que depende de Dios. Lo digo porque alguien podrá decir en su corazón “…….pero yo ya sé esto…….” O podrá decir cualquier otra cosa, no interesa qué; y otros, en cambio, seguirán escuchando con humildad. La contraparte es que, a sabiendas que dependemos de Dios, hay quienes no le escuchan y si lo escuchan, no razonan igual. ¿A qué se debe esta dicotomía de reacción entre personas que se supone que dependemos de Dios? Si todas las personas que leen, tenemos la conciencia que dependemos de Dios: ¿Por qué, entonces, reaccionamos de diferente manera frente a las mismas circunstancias?: Porque tenemos diferentes sentidos de lo que significa depender de Dios. Esto no es -en sí mismo- un pecado, pero si es una dificultad en el camino de la unidad de la fe, pero también es una oportunidad para ejercitar nuestra paciencia.
¿Qué debemos hacer entonces? Agudizar nuestros sentidos. ¿Para qué? Precisamente, para sentir la dependencia que tenemos de Dios; porque si no sentimos la dependencia que tenemos de Dios, es como si no dependiéramos de Dios. Una cosa es saber que dependemos de Dios y otra, muy deferente, es sentir que dependemos de Dios y obramos en consecuencia.
Una de las mejores formas de descubrir hasta qué punto dependemos de Dios es aquella en la que analizamos si todas nuestras decisiones son guiadas por Él o son guiadas por lo que a nosotros nos parece. En este punto debemos ser muy prácticos, para que en el futuro tengamos la seguridad que, nuestra dependencia, es total y absoluta.  Una de las mejores formas de hacerlo, para el efecto de la toma de decisiones, es convirtiendo nuestra singularidad en pluralidad y que esa pluralidad sea compartida con el propio Dios. ¿Qué va a pasar? Simplemente que, nuestras conjeturas, tendrán un cambio radical desde el momento que empezamos a hacerlo.
¿Por qué? Porque frente a un problema, frente a una decisión, frente a cualquier contingencia que tengamos delante de nosotros, en la que tengamos que tomar partido, vamos incluir en nuestras conjeturas al propio Dios. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que ya no me preguntaré, singularmente: “…….y ahora qué hago, cómo lo hago, dónde lo hago, con quién lo hago, cuándo lo hago…….” Sino que ahora nos preguntaremos, con Dios, pluralmente: “…….y ahora qué hacemos, cómo lo hacemos, dónde lo hacemos, con quién lo hacemos, cuándo lo hacemos…….” ¿Qué va a suceder? Simplemente que siempre vamos a tener la respuesta correcta porque nuestra pluralidad es con Dios. ¿Qué quiere decir esto? Que podemos llegar a actuar con la infalibilidad de Dios, es decir, sin equivocarnos nunca.
Esa es la manera en que hacemos patente su Palabra en nosotros y es cuando empiezan a tener verdadero significado sus recomendaciones como la de: “…….No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…….” En Romanos 12:2. O: “…….Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu…….” En Romanos 8:1. O: “…….fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad…….” En Colosenses 1:11.
Creo que podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que todos los hombres de Dios, que se mencionan en la Biblia y sin excepciones, tuvieron conciencia de su dependencia de Dios; aunque, muchas veces, esa dependencia no fue suficiente para evitar que cayeran en pecado cuando se olvidaron, por un instante, de dicha dependencia.
Pero hubieron muchos que no olvidaron su dependencia de Dios, como Jonatán cuando dijo a su escudero, frente a sus enemigos, según 1 Samuel 14:6: “…….quizá haga algo Jehová por nosotros…….” y venció, con su criado, a los filisteos que tenían: “…….treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar…….” Según 1 Samuel 13:5. Dos personas, imbuidas por Dios, derrotaron a semejante ejército.
David le dijo a Goliat, en 1 Samuel 17:45: “…….mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos…….” y en seguida le cortó la cabeza.
Abraham le dijo a su hijo Isaac, en Génesis 22:13: “…….Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío…….” y encontró un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos.
Jesús le dijo a Pedro, frente a los cobradores de los impuestos, en Mateo 17:27: “…….ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero…….” y Pedro lo encontró.
Eliseo le dijo a un príncipe del rey Joram, en 2 Reyes 7:2: “…….He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello…….” y el pueblo lo atropelló en las puertas de Samaria cuando iban a recoger el botín del ejército de Siria que había huido.
Depender de Dios es vivir el hoy en buena relación con Él y vivir el hoy con Él, en buena relación, es reconocer todos nuestros pecados de nuestra vida y arrepentirnos de ellos para que sean perdonados por la sangre de Cristo. Cuando esto sucede restablecemos nuestra comunión con Dios y así debemos procurar permanecer hasta la segunda venida de Cristo. Hay que perseverar hasta el fin con el amor con que Cristo nos amó. Si Cristo amó hasta el fin, como lo dice Juan 13:1: “…….Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin…….”; nosotros también podemos amarlo perseverando en su palabra hasta el fin también.
Los quiero mucho. El señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.





martes, 8 de noviembre de 2011

Meditemos profundamente


La Real Academia Española de la lengua dice de concupiscencia: “…….apetito desordenado de placeres deshonestos…….” Y la Biblia nos dice, en referencia a cómo deben ser tratadas nuestras mujeres: “…….no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios…….” 1 Tesalonicenses 4:5. Aclarados los conceptos, hemos de reflexionar si podemos tener ciertas libertades de hacer con nuestras mujeres como queramos, en lo referente al sexo. En las relaciones sexuales con nuestras mujeres, es conveniente seguir los mismos principios de cristiandad que nos mueven, diariamente, en nuestro entorno. Principios como el amar al prójimo como a uno mismo, como el de darle honor a la mujer como a vaso más frágil, la de tratarlas con toda humildad y mansedumbre, la de soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor.


Lamentablemente, muchos hemos visto que hay hermanos que tratan a sus esposas, delante de la gente, muy mal. No vamos a especular que los mismos tengan, necesariamente, que tratar a sus mujeres de mala manera, en referncia al sexo. Lo que sí podemos decir es que, cada cual, tiene la obligación de escuchar la voz de Dios cuando reverbera en nuestros corazones y nos dice, claramente, cuando estamos haciendo mal en nuestras relaciones íntimas con nuestras esposas. Si esto es así, debemos de parar aquellas malas costumbres porque nos llevarán a la perdición, indefectiblemente.
No piense el cristiano que, teniendo el consentimiento de su cónyuge para realizar o tener placeres deshonestos, ellos pierden su carácter de tales por aquel consentimiento, no; no hay tal cosa porque un ciego no puede guiar a otro ciego, como dice Jesús en  Lucas 6:39: “…….Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?.......”

No hay ninguna justificación para enredarse en placeres deshonestos con nuestros cónyuges y aunque es sencillo encontrar una justificación, no es permitido que lo hagamos porque Dios nunca nos justificará si hacemos lo malo. Si meditamos profundamente en el tipo de relación íntima que tenemos con nuestros cónyuges y si le preguntamos a Dios, honestamente, si ese tipo de relación es aprobada por Él, tendremos una respuesta inmediata y no habrá dudas de ningún tipo. Si después de la meditación descubrimos que nuestra relación íntima con nuestro cónyuge es honesta, enhorabuena; pero si descubrimos lo contrario, procuremos tomar una resolución inmediata que nos lleve a normalizarla.


Una de las perversiones en las que puede caer una pareja de cristianos, en sus relaciones íntimas, es aquella que tiene que ver con el cambio del uso natural de las mujeres por el que es contra la naturaleza; nos lo advierte Pablo en Romanos 1:26 cuando nos dice: “…….Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza…….” La sodomización es un pecado abominable y quienes la practicaron en los tiempos de Abraham recibieron la retribución de sus actos, porque fuego cayó del cielo sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra  para testimonio a nosotros, que aquellos son actos reprobados por Dios.


Tenemos el Espíritu de Dios con nosotros porque le hemos oído con fe y es por eso que Él nos suministra de su Espíritu pródigamente. Las maravillas que de su poder podemos a diario ver, confirman con creces la veracidad de su guía acerca de cómo debemos tratar a nuestras mujeres; especialmente en nuestro trato sexual con ellas. Pedrito nos dice en Gálatas 3:5 “…….Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?.......” Con esta premisa podemos tener la seguridad de saber el modo de tratar con nuestra pareja. Ningún consejero matrimonial lo pudiera hacer mejor en el mundo.


No hay prójimo más prójimo a nosotros que nuestra pareja y para empezar a conceptualizar, de una mejor manera, el significado de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, primero nos remitimos a las Escrituras donde Cristo nos dice en Marcos 12:33: “…….y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios…….” Sabiendo Dios que el primer amor que profesamos, después de amarlo a Él, es el amor a nosotros mismos y sabiendo Él que cada cual se quiere mucho a sí mismo, nos ordenó a que amáramos a nuestro prójimo como lo hacemos a nosotros mismos. 



No estaría demás recalcar que, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, tendríamos que ponernos en el lugar del prójimo. Cuando estamos casados, nuestro prójimo más próximo, es nuestra pareja y por el amor que le tenemos a Dios y el amor que nos profesamos a nosotros mismos, vamos a procurar hacer con nuestra pareja como a nosotros nos gustaría que nos hagan y es entonces cuando aquilataremos, en su verdadera dimensión, si nuestras relaciones con nuestra pareja son legítimas y honestas. De todos los servicios que les podemos dispensar a nuestros semejantes, prodiguemos el servicio de tratar bien a nuestra pareja matrimonial, sobre todo en el aspecto sexual; nos lo va a agradecer. 


Abordemos el tema con discreción, pero con firmeza y meditemos profundamente todos los aspectos necesarios hasta agotar el tema y hasta tener la seguridad que estamos siendo conducidos por Dios. Hagamos buen uso de nuestra libertad sin caer en el libertinaje. Por causa de lo privativo de nuestras relaciones sexuales, existe la tendencia real de caer en excesos, pero tengamos por seguro que, cuando esto suceda, sentiremos la reprobación de Dios por medio del desasosiego en el que caeremos inmediatamente después de cometer el exabrupto. Cuando nos sintamos impotentes frente a este y otros tipos de contingencia, lo mejor que podemos hacer es esperar en el Señor en oración.
Debemos estar completamente seguros que finalmente habrá una intervención prodigiosa de su poder, mediante el cual seremos liberados ¿No son innumerables los ejemplos de su poder a lo largo de las Escrituras? Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro se nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

lunes, 7 de noviembre de 2011

La protección exclusiva de Dios



Para conocer la protección exclusiva de Dios, debemos establecer en nosotros la concepción de la magnificencia de su poder y su potencia y, después de establecida, remitirla al significado de nuestro cuidado personal y/o de nuestro entorno.
El poder de Dios se manifiesta en todas las cosas creadas y hechas hasta hoy y la potencia que le atribuyamos, será el resultado de un ejercicio de nuestra imaginación que le da capacidad para hacer cosas que aún no ha hecho.
Si hiciéramos un análisis somero de la creación y de la historia de la humanidad, llegaríamos a la conclusión que Dios puede hacer, virtualmente, cualquier cosa.
En este orden de ideas, no resulta complicado ponerse a observar nuestro entorno porque es lo más inmediato a nosotros y resulta sencillo. El solo hecho de mirar el Sol, la Luna y las estrellas, ya nos pone en el camino de la contemplación y en el de la meditación. Recreándonos un poco más, en nuestra contemplación, podemos ver el cielo azul, las nubes y la naturaleza que nos rodea y en ella la brisa, los olores, los sonidos, los colores, el silencio y esa capacidad innata del hombre de abstraerse en sus pensamientos.
Por si fuera poco, también tenemos el mar, las montañas, los vegetales, los animales y de cómo, a través de la historia, el hombre las ha usado para su beneficio y desarrollo.
Tantas y tan diversas son las cosas que Dios nos ha dado que resulta ilógico atribuir la naturaleza de las mismas al resultado del azar; evidentemente que asistimos a un mega concierto en donde Dios dirige y el mal desentona. Si reparásemos en lo que cada día nos llevamos a la boca para alimentarnos, nos quedamos estupefactos. Dios quiso que así sea y así es, desde que el mundo es mundo. Podemos ver en Génesis 1:11-13: “…….Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno Y fue la tarde y la mañana el día tercero…….”
Tenemos al alcance de nosotros tal diversidad de alimentos que enumerarlos requeriría de mucho tiempo y espacio para hacerlo. Papas, camotes, plátanos, cerezas, frambuesas, cacao, coco, naranjas y la imaginación que Dios nos ha dado para mezclarlos y crear una diversidad de combinaciones que se pueden proyectar, sin esfuerzo, hasta el infinito.
Todas las cosas hechas por Dios han sido hechas para nuestro beneficio y en ellas podemos ver el cuidado exclusivo que de Él tenemos todos los mortales. La raza humana ha llegado hasta nuestros días porque Dios ha tenido cuidado de ella y el deterioro mundial, en todos los aspectos, que ahora podemos ver, es el resultado de la tergiversación de los propósitos de Dios para con los hombres. No nos hemos conformado con su voluntad y hemos creado un colectivo social que lo ha relegado a consideraciones secundarias, nimias y pueriles y podemos ver, sin temor a equivocarnos, que el mundo comienza a entrar en una espiral de incertidumbre donde campea la violencia, la mentira, el robo, el crimen en donde el desprecio y la intolerancia son moneda común. La vorágine en la que estamos siendo envueltos llevará a la humanidad a la destrucción y es por eso que debemos apelar a la protección exclusiva de Dios como si fuera una tabla de salvación en un mar de incertidumbres.
Dios nos ha dado la historia del significado de su real protección y de su celo por la forma en que trató a quienes fueran su pueblo en el pasado y a quienes lo somos ahora. Indudablemente que Jehová ha ejercido su voluntad en toda la historia de la humanidad y la seguirá ejerciendo, aunque a algunos no les guste.
La problemática que subsiste en la idiosincrasia del hombre es que quiere doblegar la voluntad de Dios para ejercer la suya propia, sin tomar en cuenta que, quienes se irguieron en contra de Dios, nunca han prevalecido ni prevalecerán. La historia de la humanidad debiera de darnos la pauta correcta acerca de lo que tendría que ser nuestro real comportamiento frente a nuestra realidad, también la naturaleza de las cosas nos enseñan acerca de la naturaleza de nuestro comportamiento, pero no la escuchamos, aunque grita.
Dios no va a hacer nada más de lo que ya ha hecho. Él ha hecho lo divinamente posible para que nosotros entendamos su amorosa voluntad; nos ha mandado a su Hijo para explicarnos, profundamente, la naturaleza de su voluntad y nosotros, en vez de recibirla con solicitud, matamos a Jesús con nuestros pecados. Lo único que le resta hacer a Dios, con la humanidad, es esperar para que los últimos que aún están fuera de su reino, entren antes que venga a destruir a los opositores. Lo dice 2 Pedro 3:9
“…….El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento…….”
La protección de Dios para con su creación, siempre se ha manifestado a través de la historia, pero también su celo contra los que no hacen su voluntad. Los que nos hemos acogido a su voluntad podemos testificar cómo Dios nos ha cuidado hasta en las cosas más pequeñas y de cómo lo podemos ver en los movimientos más sutiles de su creación. Ya nada nos es ajeno a su presencia y hasta la manifestación de las tentaciones del diablo las tomamos como oportunidades para ejercer nuestra fortaleza en aquello en lo que somos débiles.
Si Dios ha hecho los cielos y la tierra, también nos ha hecho a nosotros y si ha permitido que nazcamos del vientre de nuestras madres, es porque su cuidado se ha ejercitado sobre nosotros y si hemos llegado hasta este punto de nuestras vidas, la razón es porque nos quiere, a pesar de lo malo que hayamos hecho. ¿No son muchos los que no nacen? ¿No son muchos los que de niños mueren? ¿No han muerto nuestros amigos y conocidos a lo largo de nuestra vida? ¿Por qué no hemos muerto nosotros? Porque Dios espera que procedamos al arrepentimiento de nuestras malas acciones.
Reflexionemos profundamente sobre el cuidado que Dios ha tenido sobre nosotros hasta hoy y seamos agradecidos por habernos concedido un día más de vida. Pensemos que podemos morir hoy mismo también y que mucho mejor ha de ser acogerse a su cuidado que morir sin él.
Los quiero mucho.
Que Dios, todopoderoso, los bendiga rica y profundamente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….


domingo, 6 de noviembre de 2011

Los que son aprobados



Una de las cosas más reprobables, dentro del cristianismo, es una fe enferma que basa sus presuposiciones teológicas en opiniones personales antes que en las escrituras.
No podemos negar que existan las opiniones personales en referencia a temas bíblicos, es más, pienso que son, hasta cierto punto, saludables, porque obligan al entorno a la reflexión; por lo menos eso se espera.

Uno de los problemas de los líderes eclesiásticos es que, la mayor de las veces, no exponen públicamente dichas opiniones sino que las practican abiertamente como si fueran cosa juzgada o dogma que debiera seguirse; y, si las exponen, lo hacen dogmáticamente, esperando que todos los demás las sigan, sin importar los resultados.
En Primera de Corintios 3, podemos ver, claramente, el significado de las opiniones y hacia dónde nos conducen cuando se esgrimen con el fin de atacar. Si bien es cierto que tenemos el derecho de la sobreedificación no es menos cierto que no podemos imponérsela a nadie, por más buena voluntad que tengamos. La sobreedificación es de carácter personal y puede ser provechosa, como no; pero si la sobreedificación excede lo personal, puede afectar a la Iglesia parcial o totalmente. Dios nos dice que la sobreedificación será probada por fuego, de manera que, podríamos practicarla en nuestro entorno y en nuestra congregación, pero no debemos tratar, de ninguna manera, de imponerla a toda la Iglesia en su conjunto, sino hasta que sea del conocimiento público de todos y todos se pongan de acuerdo que la idea expuesta es para el beneficio de todos y nos sirve. Peor aún si, por causa de la sobreedificación, rompemos la comunión con congregaciones enteras.

Hay grupos de congregaciones que, teniendo el mismo fundamento, tienen diferentes prácticas; lo triste de esta realidad es que, por causa de la práctica diferente -no pecaminosa- rompen la comunión -lo cual si es un pecado-  y forman "partidos" cuando Dios nos llama a la unidad. ¿Qué quiere decir esto? Que por encima de nuestras diferencias conceptuales sobre la interpretación de la Palabra de Dios, debe prevalecer la unidad, y esto se logra, evidentemente, con amor. Amor para considerar las opiniones de los demás y para dejar que existan sobreedificaciones sin quebrantar ni la doctrina ni la comunión. Ser muy cautos en no apoyar, de manera belicosa, ningún tipo de opinión “…….porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios…….” como lo dice Pablo en Santiago 1:20.

Debemos practicar la amonestación pública con los que causan divisiones porque, hemos de recordar, tenemos un evangelio que fue defendido con la sangre preciosa del Autor de la vida y, si aquel que nos precedió fue tan valiente ¿Hemos de amilanarnos frente al que grita y vocifera su punto de vista? De ninguna manera, antes bien presentaremos lucha “…….con mansedumbre y reverencia.......” como también lo dice Pedro en: 1 Pedro 3:15 “…….sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros…….”

No creamos, ni pensemos,ni asumamos que los que deben prevalecer son los que hablan más fuerte, o los que tienen "poder" o preeminencia dentro de la Iglesia, no; los que deben prevalecer son los justos que, con justicia y equidad, asumen sus responsabilidades dentro de la congregación sin esperar retribución alguna, solo la venia de Dios.

Es precisamente, en este punto, donde los débiles nos hacemos más fuertes como dijo Pablo en 2 Corintios 12:10: “…….Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte…….”

 Tampoco asumamos que nuestros enemigos, en este tipo de cosas, son nuestros hermanos, no; siempre debemos tener presente que el enemigo es el tremendo diablo que ha cogido, de una o de otra manera, al hermano que, por alguna razón, actúa desacertadamente.

Si uno o muchos hermanos asumen posiciones intransigentes e irreconciliables, es evidente que estamos frente a un sima; pero nuestro Señor nos dice  que habrán oposiciones y altercados y que en ellos sobresaldrán los que son aprobados. Eso lo vemos en 1 Corintios 11:19 que dice: “…….Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados…….” Finalmente hay que humillarse los unos a los otros, para dar paso a la reconciliación, después de una riña.

La sanidad de la fe tiene mucho que ver con el alimento espiritual que consumimos y el trabajo que realizamos a favor de ejercitar las facultades que vamos adquiriendo.
No podemos ni debemos ser, solamente, “intelectuales” del cristianismo sino que debemos practicar y ejercitarnos en la consecución de aquello que hemos aprendido y debemos hacerlo sin temor.

Muchas veces hay quienes les da "vergüenza" o les da "cosa" increpar al hermano que se desvía de la fe; ¡¿POR QUÉ?! El llamar la atención a alguien, en la Iglesia, no es una opción, es una obligación y si alguien reacciona de manera inapropiada, tenemos instancias bíblicas que nos impelen a actuar de manera decidida y justa, según Dios; Hagámoslo. Si alguien nos sale con alguna pachotada porque le llamamos la atención, no hay que huir de la confrontación, hay que poner el pecho en el nombre de Cristo y aunque tengamos que sufrir la muerte por ello -qué privilegio- no nos acobardemos, porque sino, satán gana.

Recordemos también que hay instancias en las que se nos dice que reprendamos duramente a quien se lo merece: En Tito 1:13 se nos dice: “…….Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe…….” Recordemos también que, nuestro proceder, contra los que andan desordenadamente dentro de la Iglesia, debe ser, básicamente, una expresión de nuestro amor a nuestro prójimo. No permitamos jamás que, por causa de este tipo de confrontaciones, nazcan raíces de amargura que estropearán nuestras relaciones. Es aceptable indignarse contra los que cometen exabruptos dentro de la Iglesia, pero es muy preferible esperar, el sosegarnos ,antes de emprender cualquier acción. Nunca dejemos de amar, aun cuando tengamos que alejarnos de ellos o ellos de nosotros. También tenemos que tener la costumbre de ser vigilantes y atentos a los dictados del Espíritu Santo y nunca hacer conjeturas de ninguna especie si no está Dios en control; no hacerlo puede significar nuestro descalabro.
Los quiero mucho.
El señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….